lunes, 20 de mayo de 2013

DESGRABACION - V JEC (2012) - A diez años de la devaluación: políticas macroeconómicas y disputas sectoriales





A diez años de la devaluación: políticas macroeconómicas y disputas sectoriales


En el marco de las V Jornadas de Economía Crítica, que se llevaron a cabo entre el 23 y el 25 de Agosto de 2012 en la Facultad de Ciencias Económicas de la UBA, se desarrolló un interesante panel de exposiciones con la presencia de los economistas Claudio Katz, Julio Gambina y Demian Panigo[1].
A una década de la salida de la convertibilidad estamos convencidos de que este tipo de encuentros abiertos y plurales, pensados para compartir y discutir visiones constructivas, contribuyen a ampliar la capacidad de análisis y diagnóstico de la realidad económica argentina.
Lo que sigue es la trascripción de las respectivas intervenciones de los panelistas disertantes, en las cuales se presentaron argumentos comunes y encontrados a partir del debate de cuestiones esenciales para el análisis del modelo económico vigente.


Claudio Katz:


Los fantasmas del pasado están volviendo a la pantalla. Ahí están Broda, Cavallo, Melconian, López Murphy y Llach desplegando sus recomendaciones de cortar la emisión y re endeudar al país. Y los que hicieron el corralito ahora despotrican contra las regulaciones. Los que gestaron una monumental deuda externa ahora reclaman que no se puede gastar mas de lo que ingresa. Los artífices del 2001 ahora pronostican un Rodrigazo. Como ya no pueden elogiar a España a Irlanda, etc., ahora nos convocan a imitar al modelo chileno, peruano, colombiano. Y lo más chocante de este despliegue de hipocresía de la derecha neoliberal: los apologistas del libre comercio ahora cuestionan la sojadependencia, los voceros de las AFJP ahora están muy preocupados por el “derroche” del dinero de los jubilados.
Muchos piden directamente otra mega devaluación, cuando hablan de la corrección cambiaria, de las variables desajustadas, del cepo cambiario, y por supuesto recetan como siempre el enfriamiento de la economía. Y es curioso ver que aquellos que  negaron el desarrollo industrial con la apertura de los 90, ahora se escandalizan por el control a las importaciones.
Entonces el primer punto es: NO OLVIDAR. Yo celebro por ello el título de este panel.
Los neoliberales están ahí. Vuelven a la carga. Desenmascaran su programa de ajuste para recuperar la confianza y proteger las ganancias de los capitalistas. Y apuestan a una especie de angustia colectiva en sus campañas contra la mala praxis actual, tratando de que nos olvidemos lo que fue su praxis de los años noventa. Yo creo que en esta discusión de economistas es importante empezar por aquí, privilegiar estos malabarismos de la ortodoxia que vuelven una y otra vez sobre sus mismos pasos.
Pero nosotros somos economistas críticos y no nos podemos quedar atrapados solo en cuestionamientos al modelo neoliberal. Cuando hablamos de política económica, de devaluación, de disputas sectoriales, tenemos que referirlo a la realidad de hoy.  Tenemos que analizarlo en función de los desequilibrios generados por el modelo actual y en primer lugar la coyuntura actual, una coyuntura signada por una queja económica general y que en los próximos meses sabremos si este estancamiento desemboca o no en recesión.
Algunos piensan que la caída será corta por el estímulo del gobierno brasileño, y otros piensan un panorama más sombrío. En ningún caso se avizora un regreso al colapso del 2001–2002. Lo que estamos hablando es si la actual situación económica será más o menos grave que la del 2009.
Pero lo que no podemos hacer cuando hacemos el diagnóstico es explicar la coyuntura actual diciendo que se nos cayó el mundo encima. No podemos hacer esa afirmación cuando la soja esta a 600 dólares/TN. y la economía respira recursos externos como pocas veces antes. Tampoco podemos afirmar que la coyuntura argentina tiene una política macroeconómica única y magistral. Basta para ello con ver la realidad económica de otros países latinoamericanos que atraviesan, con otro tipo de políticas económicas, por una situación coyuntural muy semejante. La crisis global es global pero tiene impactos muy diferentes en cada país y en cada región. Por eso no son posibles algunas comparaciones.
Hay que comparar Grecia hoy con Argentina en el 2001-2002. Basta recordar quienes eran los que hacían en ese momento los ajustes. Hay que tener mucho cuidado con el discurso de la tormenta financiera global como un argumento político de ocasión. A veces, para magnificar su impacto, tenemos que adelantar las elecciones por la magnitud de ese hecho, en otras ocasiones se habla en sentido inverso afirmando que tenemos un escudo, diciendo que estamos “blindados” frente a la crisis económica internacional. Hay que analizar la continuidad y ver si los problemas actuales de la economía argentina obedecen a las grietas internas que ha generado este modelo económico.
Estas grietas se manifiestan en tres planos:
El primero obviamente es la inflación. Es completamente absurdo afirmar que son necesarios 6 pesos por día para alimentarse, afirmar que la inflación esta en el 9% anual, la indigencia en el 1.7 y que la pobreza esta en 5.2. Es absolutamente ridículo. Es lanzar cifras que ni siquiera quienes las emiten las creen. La inflación es un problema serio, afecta la pobreza, la indigencia y afecta al salario real. El problema es que los capitalistas están remarcando precios como siempre para acumular beneficios, en un contexto donde hay restricciones de oferta ante una demanda recompuesta porque la inversión privada sigue baja y no acompañó el aumento de la demanda. Y en los últimos meses estamos viendo además una posible aceleración de la inflación por emisión monetaria.
El segundo problema grave es la fuga de capitales: 70 mil millones de dólares entre 2007 y 2011. Las filiales remiten utilidades a sus casas matrices, los capitalistas locales resguardan su dinero en el exterior, la industria enfrenta ese conocido cuello de botella de grandes importaciones y déficit comercial en el sector y, sobre todo, una enorme salida de capitales por la avalancha de pagos por importación de combustibles por la pérdida del autoabastecimiento.
El tercer problema es la pérdida del superávit fiscal, que se ha esfumado cualquiera sea al cálculo. Se puede maquillar con financiamiento del BCRA, de la ANSES, pero lo que existía en la primera etapa del modelo ahora ya no existe más. Y esto obedece a que no se hicieron las reformas impositivas progresivas que hubieran permitido aumentar la recaudación al mismo ritmo que se aumentaba el Gasto Público. Entonces se abrió un bache. Ahí esta el bache y no es un bache solo de las provincias, no obedece solo a los problemas de la coparticipación federal. Es un problema de déficit del sector del gobierno nacional que hace que se mantengan impuestos tan vergonzosos, como ese impuesto a las ganancias que afecta a 3 millones de trabajadores, que grava a los salarios, que podría resolverse con una reforma impositiva que grave la renta financiera.
Por lo tanto, se configura una coyuntura económica de desaceleración con tres problemas graves: inflación, salida de capitales y déficit fiscal. Y el gobierno simplemente ignora públicamente estos problemas. Nos retransmite un imaginario de profundidad, de pura profundidad, y en los hechos el gobierno intentó al principio una sintonía fina, intentó una fijación del techo salarial, contra los sindicatos, contra las huelgas. Pero después de las paritarias y especialmente después de la tragedia de Once se dio un giro. Se ha vuelto una política de enfrentar estos problemas con reactivación basada en el consumo, con políticas cíclicas aplicando las mismas herramientas aplicadas en el 2009. Y habrá que ver si eso funciona, considerando la inexistencia del colchón de recursos fiscales que existía en ese momento y sobre todo con medidas tomadas tardíamente. No es lo mismo aplicar en el 2012 lo que se debía haber hecho en el 2005 o en el 2008.
Hay cuatro planos de desfazaje temporal de medidas.

1.                           La pesificación para canalizar los dólares hacia actividades productivas, para resguardar las divisas, etc. El cerrojo sobre el dólar se lo ha aplicado luego de haber tolerado la fuga de capitales, luego de que los dólares se fueron. Se lo aplica con un control de cambios espasmódico y poco sustancial.

2.                           Plan de viviendas luego de años de promover la construcción de viviendas de lujo. Un plan que no se financia con un impuesto a los capitalistas que hicieron fortunas en la actividad inmobiliaria sino que se financia con los fondos de la ANSES, que tienen otra prioridad: la prioridad de los juicios en espera por la mala liquidación del 75% de los jubilados que cobra la mínima. Ahí esta la prioridad.


3.                           Obligar a los bancos a financiar la actividad productiva con crédito a la inversión. Bienvenido sea, pero esto se hace luego de años de promover préstamos al consumo desalentando la inversión, y de favorecer la intermediación improductiva con títulos públicos. Un claro ejemplo es el tan celebrado pago del Boden 2012, que solo lo cobro el 23% de los ahorristas afectados porque el resto del dinero sirvió para enriquecer a las corporaciones de intermediarios y de especuladores.

4.                           La cuestión petrolera. Quizás es lo más interesante que ha ocurrido en 2012. Luego de muchos años de denuncias sobre el saqueo de Repsol, el Gobierno parece que se dio cuenta y tomó, quizás, la medida más importante de los últimos años. La expropiación parcial de YPF. Pero después de eso no sabemos a donde vamos, estamos en un limbo. Por momentos hay un gerente que está revisando los contratos privados como en la era pasada y al mismo tiempo hay reversión de la libre disponibilidad de crudo. No se sabe bien hacia donde se va.

En definitiva estos vaivenes de la política económica tienen un trasfondo, y ese trasfondo es que el modelo no aborda los problemas de la estructura económica argentina, como la soja dependencia: un monocultivo que deforesta, que expande los agro tóxicos, que destruye cultivos, anula la disponibilidad de agua, que arma economías de enclave en el interior. Y por otro lado, una industria que sigue sin corregir su escasa intensificación, su elevada concentración, su continuada extranjerización.
Y un modelo basado en la lógica capitalista de alta rentabilidad donde se promueve la fabricación de autos en lugar de la fabricación de trenes. Y es cierto, y no hay que perderlo de vista, que en ese contexto se han conseguido conquistas sociales importantes: el salario formal acompañó la inflación, la importancia de la asignación universal por hijo. Pero el modelo no toca los problemas estructurales de la desigualdad. Los problemas estructurales de la brecha social, de las diferencias entre los que están incluidos y los que están afuera. No se han modificado los promedios históricos del país en materia de desigualdad.
Y cuando analizamos el modelo, yo creo que primero lo que hay que romper es la idea de que existen sólo dos opciones: el neoliberalismo de los noventa o el modelo actual. Y nos imponen esa elección como si ellas fueran las únicas dos opciones reales. Como lo único que podemos elegir.
Ello genera una polarización del debate económico entre los defensores del modelo actual y la ortodoxia económica neoliberal. Y es una discusión que tiende a ser tramposa porque solo ve las diferencias, las diferencias en la política económica, en los intereses en juego, en el rol del Estado. Pero no ve los vasos comunicantes entre el neoliberalismo y el neodesarrollismo. No ve que el modelo actual es un neodesarrollismo muy conservador, es muy reacio a una distribución real y genuina de los ingresos. Ello implica la necesidad de reformas tributarias radicales e importante disminución de la desigualdad. Es un tipo de neodesarrollismo que a diferencia de su precursor esta atado totalmente a la exportación de bienes primarios y al mantenimiento de Argentina en el escenario internacional como productor de alimentos.
El problema de trasfondo que está en juego en este modelo, más allá de las limitaciones señaladas, es un problema histórico: es la intención explícita del modelo actual de recrear la burguesía nacional. Volver a crear en Argentina una clase inexistente, lo cual es una ilusión, es irrealizable. Esa clase dominante ya no existe más. Ahora aparecen grupos económicos altamente diversificados con un sesgo altamente exportador, con enormes intereses a nivel regional e internacional y con capacidad de fuga de capitales cuando lo requieren. El gobierno esta empecinado en forzar la construcción de una burguesía nacional que no existe y el problema es que esos esfuerzos demandan un costo para toda la sociedad, y lo pagamos nosotros, y se termina creando un capitalismo de amigos totalmente improductivo en lugar de fomentar capitalistas innovadores que privilegien el mercado interno. Ello genera un bloque de grupos económicos privilegiados que reciben cifras multimillonarias de subvenciones y que no tiene como contrapartida ninguna forma de inversión productiva real. Entonces reciben subvenciones, las despilfarran, las fugan y no realizan las inversiones productivas necesarias.
Cuando se ve como actúan los capitalistas beneficiados, la reacción del gobierno es subir la apuesta: Si las subvenciones a los capitalistas beneficiados (Brito, Eurnekian, Cristóbal López, etc.) resultan frustrantes, la respuesta del gobierno es buscar otros del mismo tipo y se empieza de nuevo el mismo ciclo.
En definitiva se esta favoreciendo a grupos económicos a espaldas de toda la sociedad. Un claro ejemplo de esto es lo ocurrido con los ferrocarriles: después de la estafa de los Cirigliano que utilizaban la plata del Estado para comprar una empresa de autobuses en Florida (EE.UU.), el gobierno le quita la concesión y se busca un reemplazante de la burguesía nacional como Roggio. Atrás de ello hay también una discusión teórica. Hay economistas, historiadores, sociólogos, etc., que piensan que es imposible en un país con una estructura empresarial rentista generar una burguesía nacional productiva. Otros dicen que sí, que con una política activa estatal es posible. Mientras se deshoja la margarita los fondos públicos en gran medida son utilizados para una actividad que no se usa en beneficio de las clases populares. Es la vieja expectativa de corregir los males del capitalismo intentando construir otro tipo de capitalismo. Esto ya lo vimos y no ha dado los resultados esperados.
Este tipo de problemas de corto y largo plazo nos encuentran en una etapa distinta que la del 2003-2007. Es momento de evaluar profundamente este modelo como economistas críticos. Como nunca, los términos que nos unen a todos nosotros aquí sirven para lo que tenemos que hacer: un análisis profundo del modelo actual. Creo que lo podemos hacer de manera esperanzadora, de manera optimista, lo podemos hacer teniendo en cuenta que a 10 años del fin de la convertibilidad atravesamos por un buen momento social, político; un momento donde la juventud retoma la militancia, la iniciativa, la solidaridad, la hermandad, la lucha colectiva; donde la juventud participa, estudia, discute activamente, investiga, organiza este tipo de jornadas, donde vimos alta calidad de las presentaciones, trabajos de interés. Y esto no solo implica que se está afinando la puntería en la elaboración de propuestas populares. También estamos fijando los pilares, creo yo, de otra forma de abordar la economía. Una forma de abordarla como una ciencia social que nos sirva para la transformación de la sociedad, como una ciencia que nos permita trabajar en nuestra actividad para construir una sociedad con justicia, con democracia real, con igualdad social; que es la sociedad que queremos construir.
Con la sensación de que con jornadas como estas avanzamos hacia ese objetivo, los felicito por el trabajo realizado y les agradezco nuevamente por haberme invitado.


Julio Gambina:


Buenas noches, muchas gracias por la invitación. Felicitaciones en el mismo sentido que marco Claudio recientemente. Saludo en primer lugar este debate, con tanta cantidad de ponencias, de jóvenes. La alusión a los jóvenes no es algo menor. Al ver esto tengo la sensación de recuperar aquella militancia y pensamiento crítico que teníamos en los ‘70, cuando como estudiantes universitarios poblamos los debates acerca del entonces nuevo orden económico mundial, que planteábamos allá en el año ‘74-‘75, sin saber que se nos venía la noche, que se nos vino la noche con el terrorismo de Estado y la transformación reaccionaria del capitalismo en nuestro país y en escala mundial, tema que ahora esta cerrando filas en Europa.
No se puede entender Europa y el ajuste actual sin entender la historia larga de reestructuración regresiva del capitalismo mundial, que en el caso argentino tuvo pico de desarrollo en el 2001. Porque esa década del ‘90 -de la convertibilidad- fue la exacerbación y llevar hasta las últimas consecuencias el objetivo de reestructuración regresiva que se había planteado el capital hegemónico a escala mundial para el conjunto de Sudamérica. Y que para llevarlo adelanto necesitó del terrorismo de Estado. De un terrorismo de Estado trasnacional expresado en el Plan Cóndor y que hoy se expresa como terrorismo internacional, no solo con las invasiones de EE.UU. o la militarización de la economía mundial, sino con la paliación de leyes antiterroristas que se aplican en países con gobiernos constitucionales como la mayoría de los de América Latina.
Sin terrorismo de estado, y sin leyes anti terroristas que cubran los derechos de seguridad jurídica de las inversiones del Capital externo, no puede funcionar el capitalismo contemporáneo, en crisis en cualquier parte del mundo, incluida la Argentina.
Por eso creo que es muy importante el debate que se esta realizando en el marco de estas Jornadas y la cátedra que tengo el honor de coordinar en Rosario es una de las impulsoras de estas Jornadas de Economía Critica, que se vienen realizando hace varios años. Y también creo que es destacable esta mesa de debate. Con matices que tenemos y tendremos en las distintas presentaciones. Porque lo que hace falta en Argentina y en América Latina y el mundo es un debate. Un debate de ideas, opiniones, donde los argumentos se rebatan con otros argumentos y no con esta cuestión de blanco o negro que se plantea en el escenario político de Argentina, en donde si no opinás de una manera determinada “le estas haciendo el juego a la derecha”.
Creo que es importante el desarrollo del pensamiento crítico para poder avanzar en el tema que dejo planteado Atilio Borón en su presentación de ayer, diciendo que el problema era la perspectiva mas allá del capitalismo y si era posible pensar en términos anti capitalistas. Y a mí me parece que el balance de la década y el debate hay que hacerlo en términos de la crisis capitalista argentina en 2001 y de la crisis capitalista global actual, y el papel de la política económica argentina para superar el capitalismo o para quedarse en el capitalismo. Y quedarse en el capitalismo es quedarse subordinado a la estrategia capitalista que obviamente hegemoniza e impulsa el capital trasnacional hegemónico.
La crisis contemporánea nos obliga a discutir el pensamiento crítico en forma circunstanciada. Yo voy a insistir en un concepto que dijo Claudio Katz recién: “la crisis es mundial” y si es mundial la Argentina es parte de la crisis mundial del capitalismo. Y el precio de la soja sube y el precio del oro sube, no por la productividad creciente de la economía argentina sino por que las condiciones de crisis mundial hacen que el precio de los minerales, de la soja, de los alimentos, de los “recursos naturales”, en términos del capitalismo, o de los “bienes comunes”, como deberíamos discutir, tienen una incidencia acerca de cómo se resuelve la crisis capitalista o no y cual es el papel de la Argentina.
Nosotros estamos convocados en esta mesa a discutir la caracterización de estos 10 años entre el 2002-2012 y no alcanza con decir, como muchos afirman, que se trata de una discusión entre la convertibilidad y la post convertibilidad. Hablar de ello no quiere decir casi nada, porque es hablar de la política cambiaria como si esta supusiera un conjunto de elementos que definan las relaciones sociales, que son el eje central de cualquier análisis de discusión de economía política. No alcanza con analizar la política cambiaria. Son muchas las variables que entran en juego en el análisis de la política económica y en las consideraciones de la macroeconomía.
Lo que hay que pensar es la salida capitalista de la crisis, insisto, la del 2001 y la de la actualidad. Y la sensación es que los 10 años que estamos analizando han servido para intentar normalizar el funcionamiento del capitalismo en la Argentina, promover condiciones para un capitalismo normal, y un capitalismo normal es aquel que asegura la valorización del capital, un capitalismo normal es aquel que garantiza renta suficiente para la inversión y la reinversión de capitales, y por lo tanto cuando pensamos en esta década se piensa en términos de capitalismo productivo y se ensalza el capitalismo productivo. Yo quiero traer a colación que esta década tiene origen en el proyecto productivo de Eduardo Duhalde, de Remes Lenicov y la continuidad de Lavagna hasta el año 2006. Y es importante analizarlo porque la década prácticamente hay que dividirla en dos partes: 1) hasta el 2006 bajo la gestión de Lavagna en el Ministerio de economía 2) desde 2007 en adelante cuando algunas cuestiones de la macroeconomía cambian y por lo tanto la política económica se fue adecuando en función de esos cambios.
La devaluación significó una transferencia brutal de recursos de los trabajadores y otros sectores de ingresos fijos a los inversores, a los propietarios de medios de producción, al gran capital. Por eso la salida de la convertibilidad supuso un elevado nivel de pobreza y desempleo; elevó el piso de los problemas, y la reactivación de la economía que siguió a la devaluación permitió que mejoren una cantidad de indicadores sociales, que claro, comparados contra ese piso del 2002 muestran que todo está mejor que antes pero no en relación histórica con la década del ‘90, y mucho menos con la década del ‘80 y ni hablar con la década del ‘70 y de los ‘60. Estamos normalizando unos indicadores sociales que no existieron nunca en la Argentina anterior y consolidan un peso de gravedad social de los problemas de la Argentina que son muy serios para pensar en términos de pensamiento crítico.
Claro que el crecimiento de la economía en esta década ha significado mayor consumo, mayor inversión y saldo favorable del balance de pagos, y es interesante analizar quienes fueron los beneficiarios de ese mayor consumo, inversión y saldo favorable de la balanza de pagos. Y es cierto que se generó mayor empleo, pero mucho empleo que se ha creado, 4 millones o más, es mayoritariamente empleo de mala calidad; se trata de empleos-basura con una elevada precarización. Pese a una década de elevado crecimiento sigue habiendo, por lo menos en las estadísticas oficiales -poco creíbles además-, un 30 % de trabajo informal, y eso habla de las condiciones de la relación entre el capital y el trabajo en la Argentina contemporánea.
El capitalismo funcionó en la Argentina, luego de la devaluación y de la cesación de pagos, hasta el 2007, sobre la base de una utilización de una capacidad ociosa que estaba dotada de inversiones de bienes de capital generados en el festival de endeudamiento de la década del ‘90. Terminada esa época de utilización de la capacidad ociosa, no solo de sectores de alta tecnología sino de sectores pequeños y medianos de vieja tecnología y atrasados, el único mecanismo para mantener la normalidad de grandes ganancias para la valorización del capital es el desenlace inflacionario. Es la disputa de precios entre los propios capitalistas y es un proceso mayor de súper explotación de la fuerza de trabajo.
El capitalismo ha funcionado en estos diez años. Ha crecido el gasto de los sectores de alta capacidad de consumo y también ha crecido un consumo popular. Porque no solo ha habido mas de 4 millones de puestos de trabajo, mayoritariamente trabajo basura, sino también ha habido, producto del superávit comercial y fiscal, la posibilidad de una política social complementaria de carácter masivo que en términos individuales -de los que perciben esos ingresos- significan mejores condiciones que no tenerlos y por eso la mayoría de la población adhiere a la asignación universal por hijo -4 millones de personas-, a los 2 millones de jubilaciones sin los aportes correspondientes. Claro  que esto es correcto pensando en términos de ingreso social para el conjunto de la población. Pero hay que decir que esa población no saldrá jamás de la pobreza con esos niveles de ingreso, que además se deterioran producto de la inflación recurrente que existe en nuestro país.
Estamos asistiendo a la recomposición de un consumo en dos escalas: de un consumo suntuario -un claro ejemplo es el turismo del fin de semana largo que acaba de pasar, hoteles, rutas y restaurantes colmados vinculados al 30/40% de la población argentina con una elevada capacidad de consumo- pero también en el otro lado tenemos el 25%,  si se quiere pensar en las cifras oficiales o, siendo más genuinos, un 40% de la población con otra velocidad de apropiación de este funcionamiento del capitalismo en Argentina.
No es menor este detalle de la evolución de los precios si pensamos en los precios de los productos principales de exportación e importación en Argentina. El tema de la  sojización y la mega minería a cielo abierto, que algo ya se ha dicho en esta mesa. Yo quiero acá dejar sentada la discusión de que en estos diez años se ha planteado el beneficio del capitalismo productivo y por eso hice mención a Duhalde, al Duhalde de hace unas décadas y al Duhalde que aparece ahora, y a los personajes que estaban con él en la década del ’90, y los que lo acompañaron en la salida de la crisis del 2001, y los que lo acompañan en la actualidad. Para pensar que la producción al margen del proceso de circulación no existe en el análisis de la economía política, de la economía crítica. No se pueden pensar en forma separada. Y yo me pregunto si es mejor el capitalismo productivo que el capitalismo especulativo y me pregunto por ejemplo quienes son los acreedores, tenedores externos de títulos -Boden 2012- que cobraron hace poquito 1705 millones de dólares con una transferencia realizada con una celeridad impresionante. Esos tenedores de títulos que cobraron 1705 millones de dólares, producto del trabajo social colectivo de la Argentina. Me pregunto si eso es capitalismo especulativo o es capitalismo productivo.
Yo me pregunto si el FMI, que estaba planteado en el 2001 como corresponsable de la crisis, que era una institución inservible y ampliamente criticada en el mundo y hoy es una institución señera del sistema financiero mundial, avalado e impulsado por el G-20, la institución planteada por el poder mundial para resolver la crisis capitalista contemporánea. Un FMI que recibe, entre otros países, de Brasil 15 mil millones de dólares para mejorar su capacidad de préstamo, 14 mil millones recibe de México y ni hablar de los pagos anticipados de deuda que se hicieron en el año 2006: 9800 millones de dólares de Argentina. Esos aportes al FMI de pagos anticipados o de aportes para mejorar la aptitud del FMI para chantajear y condicionar el ajuste en Grecia, en España, en Europa en las condiciones actuales. Me pregunto si esto es capitalismo productivo o capitalismo especulativo y que tiene que ver la Argentina y la inclusión de Argentina en el G-20 para avalar esa política de ajuste global que lleva adelante el FMI.
Muy breve quiero esbozar algunas cuestiones de los ejes que nos plantearon los organizadores de la mesa. Respecto de los beneficiarios de la política económica de estos diez años. Yo quiero plantear que una cosa es que las clases dominantes de Argentina tengan desacuerdos políticos con el gobierno y otra cosa es que las clases dominantes sean los principales beneficiarios de la política económica de los últimos años. No les gusta a las clases dominantes que se hayan habilitado en los últimos años los juicios y mucho menos cuando los juicios empiezan a tocar al poder económico: a los Blaquier y compañía. Eso es lo que no les gusta. No les gusta el vínculo político y económico de Argentina con Venezuela. De la Argentina con el ALBA. De la Argentina en una integración alternativa. Pero no nos engañemos. Que esas decisiones políticas no les gusten no esconde que sean los grandes beneficiarios de un proceso de normalización capitalista, como muy bien lo señalaba la presidenta en la bolsa de comercio, donde decía que la política económica es para que los empresarios ganen y por supuesto, el capitalismo es que los empresarios ganen. A la presidenta le gusta decir que el capitalismo es consumo, pero yo quiero insistir en este consumo diferenciado y un consumo que favorece el ciclo de acumulación de capitales que en Argentina está hegemonizado por corporaciones trasnacionales en todas las ramas de la economía argentina, sea el agro, la industria, los servicios. Y no en vano, si el sector económico que expresaba los mayores elementos de crisis del 2001 era la banca, hoy tenemos que la banca es el sector que mas rentabilidad acumula en el ciclo económico contemporáneo. ¿Y la banca es capitalismo productivo? Si hasta tienen que ser exigidos a prestar un 5% de sus depósitos a tasas contenidas del 15% anual para PYMES.
Es un asunto discutible si prevalece el capitalismo productivo o el especulativo. E incluso cuando propios sectores oficiales plantean modificar la ley de entidades financieras, débilmente incluso, con una propuesta de reforma débil al inicio de las sesiones parlamentarias del 2012, se planteó que ello era “mucho ruido y pocas nueces”. Todavía rige en la Argentina la Ley 21526 del año 1977, de Martínez de Hoz, y el BCRA cambió su carta orgánica, ello es cierto. Esta mañana hemos presentado con un colectivo de investigadores, una ponencia demostrando que los cambios de la carta orgánica son coherentes y consecuentes con los cambios que plantea el Banco de Basilea, el FMI, el Banco Mundial, y por lo tanto es una adecuación del régimen financiero argentino para más regulación según demanda el capitalismo contemporáneo en esta época de crisis. Un colega brasileño aquí presente indica: “en este tiempo somos todos keynesianos”, no es ninguna virtud hoy ser keynesiano o neo keynesiano, lo que hay que discutir es la crisis del capitalismo.
Otro de los ejes que nos planteaban es el tema de la competitividad, la cual es categoría de competencia entre países, entre capitales, y yo me pregunto si lo que tiene que estar en juego en la Argentina es la competitividad de la economía o si lo que tiene que estar en juego en el debate político, teórico, académico, intelectual en Argentina, en América Latina y el mundo es la cooperación entre los países para encontrar soluciones. ¿Va a encontrar cooperación la Argentina explotando Vaca Muerta con Chevron? ¿O Argentina debe profundizar la relación con las petroleras de la región en una perspectiva de soberanía energética, para pensar una articulación con las universidades públicas, con las instituciones de investigación de la Argentina -aun estatales- para desarrollar con otras agencias regionales e incluso discutir y arrastrar a Brasil a procesos de soberanía energética, de autonomía para pensar en términos alternativos?
Lo mismo digo en términos del eje sojero de la Argentina. La soja transgénica empezó en 1996. Pero fue en esta última década en donde se profundizó el desarrollo de la soja transgénica, y yo me pregunto si el proyecto debe ser condenarnos a la sojización para beneficio de las trasnacionales de la biogenética o la alimentación o si podemos pensar en términos de soberanía alimentaria. Hace muy poquitos días en Nueva York la presidenta destacaba las inversiones de Monsanto. Monsanto está hoy en la Argentina presentando la nueva semilla transgénica. En tiempos de Néstor Kirchner no se pagaron las regalías, ahora si se van a pagar las regalías, sean pequeños o medianos los productores sojeros que utilicen la RR2, nuevo desarrollo tecnológico que pone a la Argentina a la vanguardia del tema del pago de las patentes a Monsanto y a las trasnacionales alimenticias.
Por eso hay que discutir si estamos condenados al capitalismo de época que nos impone el capital trasnacional con su competitividad o, por el contrario, tenemos que pensar en términos alternativos. Las restricciones, que tanto se discuten en estos tiempos, sobre las importaciones, sobre el dólar. Miren que curioso, el BCRA era comprador monopólico para que el dólar no baje durante gran parte de la década. Ahora la historia cambió, y aparecen las demandas en el plano global.
Yo termino señalando que hay un debate político teórico en la Argentina y que se expresa crudamente en el “desendeudamiento”. El desendeudamiento es una política de pago. La deuda externa se está pagando. Se señala que es una proporción menor, pero convengamos que esa disminución de la proporción de deuda respecto del PBI está asociada a la devaluación. Hay un endeudamiento tapado de la Argentina y hay un cambio de acreedores, de los acreedores externos se ha pasado a las agencias gubernamentales: el BCRA, la ANSES, el BNA; y no hay ninguna perspectiva de pagar esa deuda. Hay intención de renovarla y tirar la pelota para más adelante. Yo quiero señalar que la deuda externa, pese a que ha disminuido en proporción del PBI, sigue siendo un gran condicionante de la política económica argentina y si la Argentina no modifica su política económica estructural va a continuar profundizando los lazos de dependencia y de subordinación. El desafío que está por delante, en términos de pensamiento crítico, en unas Jornadas de Economía Crítica, es volver a preguntarnos, como nos preguntábamos en los ‘70, vinculado a las luchas del movimiento obrero y popular, si podemos ser capaces de pensar en la perspectiva de una Argentina independiente.
Muchas gracias.


Demian Panigo:

Buenas noches a todos. Es impresionante ver tanta gente aquí. Hace cinco o seis años, más o menos en la misma fecha, cerrábamos las primeras Jornadas de Economía Crítica. Estuvimos en una mesa con Guillermo Gigliani, Julio Neffa y Axel Kicillof. Eran cincuenta personas en La Plata. En total en todas las Jornadas no habían sido más de 20 papers. Hoy en las V Jornadas hay 250 papers y muchas mesas, muchas actividades distintas, mucha gente nueva, muchos jóvenes. Bueno, estoy muy honrado por la invitación y por la pluralidad de estas jornadas. Existen otras jornadas,  pero no tan plurales como para poder entablar discusiones. El año pasado la pluralidad estuvo un poco complicada, pero esperemos que este año no.
Que haya tantos jóvenes economistas heterodoxos que puedan aportar en investigación, en docencia y militancia, la verdad es un enorme placer. En ese contexto general permítaseme variar un poco el eje de discusión.
Ya hemos compartido una mesa con Katz y Gambina en distintos lugares y siempre es un placer. Mucha discusión interesante. Pero hoy tenía la idea de plantear la discusión respecto de qué nos deja la historia económica reciente luego de diez años de la mega devaluación de 2002. Yo creo que lo más importante que nos deja, y ahí va parte de la presentación, es una enorme oportunidad para los militantes de izquierda, pero sobre todo para los economistas heterodoxos de entender que, dadas las condiciones históricas, es la primera vez en muchísimo tiempo que muchos de nosotros creemos que el límite es el cielo y que las posibilidades de encontrar un espacio, un resquicio, en algún lugar, en el sector público, privado, para criticar la realidad de todos los argentinos, aun con todas las limitaciones que vamos a discutir, es la más elevada en mucho tiempo.
Y en ese sentido vamos a discutir la economía de los últimos diez años, pero también vamos a discutir sobre las potencialidades que se abren al respecto y los peligros de repetir errores del pasado, en esta cuestión tan particular que tiene que ver con el acercamiento de la vanguardia intelectual de izquierda respecto de las clases populares, sobre todo de los partidos de masas y cuales son las puertas que se abren.
En primer lugar yo coincido con ambos expositores que me precedieron en muchas cosas, sobre todo en esa parte que ambos mencionaron, acerca de que estamos en el mejor momento de los últimos 50 años. La verdad es llamativo tener algunas discusiones particulares, pero yo quiero comenzar por plantearles que a diez años de la devaluación tenemos una sociedad con muchísimos problemas.
Vamos a recordar algunos que han mencionado mis colegas, pero tenemos algunos mas: tenemos un nivel inaceptable de desocupación, la única pobreza aceptable es cero y tenemos una más elevada; la desigualdad -aunque está a niveles de la década del ‘80- está muy lejos que la que teníamos en el año ’74; ni hablar si podemos adentrarnos en la distribución funcional del ingreso y retrotraernos al año 1952 y ver la distribución entre trabajadores y capitalistas, y ahora estamos lejos de eso. El sistema de transporte complicado: el Ferrocarril -si bien es el más barato del mundo- tiene mil millones de problemas. La concentración empresaria, más allá de haberse modificado en los últimos años, es muy elevada. Los condicionamientos de la política económica en el contexto internacional persisten y son enormes. La deuda -como dice Gambina- pese a haberse reducido a registros de mediados de los ‘80 todavía es un peso muy grande como para tener realmente independencia económica.
Podría tomarme seguramente el resto del tiempo que me queda para seguir nombrando los problemas que tenemos. Tenemos muchos problemas y la verdad es  que ningún militante de izquierda podría estar contento ni con la mitad de los problemas que tenemos. Ahora, no obstante ello, tenemos el mejor modelo de desarrollo de los últimos cincuenta años. El mejor. Es cierto, probablemente es el mejor dentro del capitalismo, con todas las limitaciones que ello impone, y seguramente muchos estaríamos de acuerdo en pensar en una estrategia alternativa, no necesariamente la que se planteó luego de la revolución bolchevique en la ex Unión Soviética, pero seguramente pueden encontrarse distintos regímenes de acumulación alternativos, con distintos niveles de regulación estatal, para poder examinar.
Pero yo quiero recordarles, a diferencia de las anteriores exposiciones, todas las cosas que hicimos posible en los últimos diez años y que realmente van muchísimo más allá de la economía, aunque en términos económicos son enormes. Ha aumentado muchísimo el empleo, a disminuido la desocupación, se celebraron múltiples convenios colectivos de trabajo, ha aumentado el salario mínimo vital y móvil; los 3 millones y medio de personas que tienen asignación universal por hijo, los 2 millones de personas que entraron al plan de jubilación previsional; la caída sin precedentes de la desigualdad. Ahí me permito realmente marcar que me llaman mucho la atención algunas palabras de Katz respecto de la desigualdad. La desigualdad ha caído enormemente. Claro, cuando uno quiere estar en contra de la realidad a veces se fija en un indicador particular. Acá voy a hacer un pequeño paréntesis metodológico y estadístico: por supuesto que el coeficiente Gini siempre se modifica en menor medida, porque lo que mide son transferencias y tiene mucha ponderación en el modo de la distribución y pondera fuertemente transferencias en torno a la moda de la distribución y poco respecto a los extremos de la distribución y claro, cuando se hacen transferencias de ricos a pobres se mueve poco el Gini y debe usarse otro indicador como el ratio que les presento: el ingreso medio del decil más rico al decil más pobre que ha caído enormemente en los últimos 10 años y sobre todo como resultado de políticas implementadas en los últimos 3 años. Estamos en niveles más bajos de desigualdad considerando estos indicadores que son más sensibles a la distribución del ingreso y nos pone en una condición de desigualdad muy semejante a la existente en la década del ‘80. O sea, hemos recuperado veinte años en términos de desigualdad.
Respecto a la política fiscal se ha dicho que falta mucho por hacer y falta mucho por hacer, es cierto. En términos de cantidad de tributos modificados para ganar progresividad este gobierno ha hecho poco. Ahora, lo que no se dice es, citando una frase económica que “no importa cuántos son sino como se portan”, en términos tributarios, importa cuantos son, por supuesto, pero también de cuanto hablamos. Por lo que sí es cierto también que las dos o tres modificaciones importantes en materia tributaria han dado un caudal de recursos enormes al Estado, básicamente proveniente de sectores de altos ingresos. Estoy hablando del incremento sucesivo de los derechos de importación. No hay un solo pobre ni un solo clase media que pague derechos de importación y, -esto es un poco más controvertido- con el aumento de la participación del impuesto a las ganancias en el producto, pero sobre todo por el tema de la renacionalización de aportes y contribuciones patronales, que si bien es cierto parece neutro en términos distributivos como bien se señaló, existen muchos trabajadores informales y pobres quienes no aportan al sistema y básicamente es la clase media y alta la que aporta al sistema previsional formal, por lo cual es un incremento de tributos progresivos.
También el Gasto Público ha ganado progresividad. Se ha invertido la proporción del gasto en educación e intereses de deuda que antes era 2% del PBI en educación y 6% en intereses de deuda. Hoy esa proporción se ha invertido. También las cuestiones de cuenta corriente o de cuánto ha mejorado la composición de las exportaciones. Se habla en muchos casos de la reprimarizacion y digo: Argentina es el único, de vuelta, el único país de América Latina que en los últimos diez años no se ha reprimarizado. Es el único país de América latina que ha aumentado la participación del sector industrial, tanto del producto como de las exportaciones, con lo cual es una falacia interesante para discutir esa consideración y tengo los datos como para poder probarlo.
Y también está el tema de la deuda y las cuestiones más tradicionales que se conocen.
Pero de vuelta, para no olvidar, y es quizás más importante no olvidar para todos aquellos que hemos militado mucho tiempo y quienes tenemos familiares desaparecidos y venimos de familias militantes. La verdad que hablar de estos diez años de la post convertibilidad, de la estrategia de desarrollo luego de la mega devaluación, el empleo, etc., sin mencionar todo lo que se ha hecho en materia de derechos humanos, civiles y justicia es una postura bastante imperdonable.
Es impresionante el avance en la ampliación de derechos sociales y civiles en estos diez años. En particular las políticas anti predatorias, que son aquellas que no solo modifican sustancialmente la predación sino algo que parece olvidarse y que es la extranjerización de la economía argentina y la cúpula empresaria. Ha cambiado ello por la intervención del Estado y ahí tenemos a YPF, Aerolíneas Argentinas, AYSA, Fabricaciones Militares, las AFJP, etc., como muchas grandes empresas que se han recuperado hoy, y se han buscado mecanismos distintos para aquellas que no han recuperado su rol, para mejorar su capacidad de renta.
Recuerden que muchos sectores tenían retenciones móviles, recuerden también que si algunos sectores no lo tienen es porque cuando desde el gobierno se quiso avanzar sobre eso, que tiene que ver con ese importante y complejo proceso de sojización de una parte del agro argentino, hubo una medida muy importante. Fueron muy pocos los militantes de izquierda que salimos a la calle a apoyar esa medida para que se pudiera sostener. Eso no sucedió. Y buena parte de las distintas agrupaciones de izquierda, peronistas, neo peronistas, kirchneristas que en su momento no pusieron “el cuerpito” para sostener eso pueden hablar, alegremente, de los problemas de la sojización. Pero algún cargo de conciencia tienen que tener porque no es que nada se pudo hacer sino que no tuvimos el apoyo necesario y de hecho, increíblemente, hubo una parte de la clase media que salió a defender justamente aquello que más los perjudicaba.
Como dice un compañero funcionario amigo, la inflación es el precio de la tierra, sobre todo la inflación en alimentos. Si no se controla el precio de la tierra la inflación en alimentos existe y va a existir. ¿Había medidas para controlar el precio de la tierra? Si, las hubo. ¿Se pueden volver a tomar? Difícilmente. Hay que encontrar otros caminos, el mismo no. Al menos por ahora.  Pero el mismo proceso de sojización, y buena parte de la dinámica inflacionaria, tiene que ver con una misma cosa que desde las distintas agrupaciones de izquierda no supimos comprender en buena medida. Más técnicamente, cuales son los modelos que se plantean. En este sentido Gambina acaba de plantear algo muy interesante y que no se ve en algunos economistas heterodoxos: en la post convertibilidad no hubo un modelo sino dos modelos: a) un modelo que aplico Lavagna y b) un modelo post-Lavagna.
Al primer modelo muchos de nosotros lo definimos como neo relativista, que a grandes rasgos es un modelo con tipo de cambio real elevado y salario real bajo, lo que permite inversiones en el sector transable por cambio de precios relativos y vía exportaciones salimos adelante gracias a la dinámica de este sector mercantilista beneficiado. Cuando uno ve la estadística observa un aumento del consumo en bienes durables -automotores e inmuebles- y lo que sí hubo fue una enorme desigualdad y una increíble pauperización y pobreza. También una importante transferencia de recursos a sectores con consumo postergado que tuvieron enormes efectos riqueza y salieron a consumir autos e inmuebles como efecto post corralito.
Luego de eso Lavagna entra en conflicto con el Gobierno, ya que quería congelar la distribución del ingreso en el peor piso histórico y decía que los salarios debían aumentar por la productividad, lo cual implicaba congelar la distribución funcional del ingreso justo en el momento que se observaba el peor registro de la historia desde que se tienen datos. Lavagna renuncia por las presiones del gobierno y se inicia otro modelo. Un modelo distinto que mencionamos como modelo de desarrollo productivo con inclusión social. Es un modelo diferencialmente distinto al del periodo 2003-2005. No existe un tipo de cambio elevado sino tipos de cambio múltiples. Me extraña que seis años después no lo podamos entender. Es un modelo de tipos de cambio múltiples en el cual, además, hay una importante presencia del sector público con mayor recaudación, mayor presión tributaria, mayor gasto público y en el cual el consumo de las clases populares creció mucho más rápido que lo que había crecido inicialmente entre el 2002-2005, que como habíamos dicho había sido movilizado por consumo suntuario de los sectores de altos ingresos que habían tenido importantes efectos riqueza por la devaluación.
Este modelo tiene  pilares distintos: equidad distributiva, política fiscal expansiva sustentable, relajamiento de la relación externa. Es decir, dos pilares que tienen que ver con la mejora del producto efectivo y un pilar que tiene que ver con la mejora del producto potencial. El producto potencial no es, como dicen los liberales y como muchos marxistas creen, solamente el producto que determinan los factores de la producción y las relaciones técnicas existentes. No es solo la visón de la función de producción neoclásica. No es así porque esa restricción, que por supuesto existe, llega mucho antes en nuestro país por la restricción de divisas. Siempre llega antes, mucho antes la restricción de divisas. No entender eso es no entender buena parte de la macroeconomía argentina. En nuestro país lo que había que relajar para poder crecer más rápido, antes que tener una mayor capacidad productiva -que también es necesario- era relajar la restricción de divisas y para eso es necesario desendeudarse. Y no solamente pagando como mencionaba mi antecesor expositor, y que es una cuestión discutible, sino que había que no pagar una parte importante de la deuda, que es lo que se olvidaron de decir. Había que no pagar el 70% de la deuda porque el peso era descontrolado y ello, junto al establecimiento de tipos de cambio múltiples,  posibilitó un fuerte relajamiento de lo que es el producto potencial máximo que se puede alcanzar sin entrar en déficit de cuenta corriente y al mismo tiempo estableció un esquema de recursos importantes para que el Estado pudiera, a través del Gasto Público, empujar la Demanda Agregada favoreciendo el consumo popular y lograr también un aumento del producto efectivo concomitantemente con una mejora en la distribución del ingreso.
Es decir, con una estructura productiva desequilibrada sin convertibilidad y sin intervención cambiaria, lo que se obtiene es destrucción de empleo. En el nuevo mercantilismo de Duhalde y sus aliados -y sus secuaces- tenemos ahí devaluaciones no compensadas con nada. Y lo que tenemos es rentabilidad pero con enormes presiones inflacionarias, que si no se va a otro modelo termina en puja distributiva con una dinámica de aumento de precios que perjudica sobre todo a los sectores populares. En cambio en el nuevo modelo se basa en el intento, siempre con prueba y error y analizando como avanzar en cada momento, indagando acerca de la estructura de costos de cada sector, en que cada sector tenga el tipo de cambio que le corresponde y en esa dinámica, la regla general: los sectores de alta rentabilidad, con alta participación en la canasta básica alimentaria y baja creación de empleo van a tener un tipo de cambio bajo por medio de la aplicación de retenciones. Y los sectores con baja rentabilidad, poca participación en la canasta básica y altos creadores de empleo -como el sector textil- van a tener un tipo de cambio alto más un incentivo para arancelario.
Hay un trabajo excelente de una persona que queríamos mucho, que se llamaba Ivan Heyn, sobre el tema de licencias automáticas, un instrumento que ha sido de enorme utilidad para muchos de esos sectores. Ahora todo eso lo que nos da, y acá no hay discusión alguna respecto que línea de precios se utiliza, es el índice de Sen, un índice de bienestar discutible pero relevante para tomar en cuenta las dos grandes dimensiones de la macroeconomía: el crecimiento y la distribución del ingreso. Lo que tenemos es que Argentina tiene el nivel de bienestar más alto de los últimos años. Ahora, ¿es todo lo que se puede hacer? No. Y acá esta para mí la gran oportunidad y el gran desafío para todos los que somos economistas heterodoxos de izquierda.
Acá lo que estoy presentando en este cuadro es el apoyo de las clases populares al nuevo modelo de desarrollo y lo que hice básicamente es construir un índice de electoralidad. Yo opino como Pino Solanas que el voto debe ser calificado pero al revés que lo que él dice. Lo importante es ver, independientemente de cuantos votos sacó cada uno, quien lo votó a cada uno. Entonces analicé cuantos votos tuvieron los distintos presidentes de los distritos pobres y no pobres. Y oh! casualidad: desde que tenemos datos las dos elecciones de CFK son las que han tenido el mayor índice de progresividad electoral, la mayor diferencia jamás alcanzada en la historia entre los votos de los distritos ricos y los distritos pobres. Ahí pueden observar un mapa con un índice de privación -como Proxy de pobreza- de necesidades por región, y al lado el mapa de votos de CFK. Hay una correlación muy elevada entre los sectores con mayores privaciones y la cantidad de votos a CFK, excepto en la provincia de Santa Cruz. Cuando uno ve el resto de los partidos, el frente de izquierda, el partido socialista, es totalmente al revés. A quienes somos militantes de izquierda lo que nos  debe preocupar, no es solo si sacamos muchos o pocos votos, porque eso puede cambiar, el problema es si nos votan los ricos. El problema central es que nosotros queremos defender a los pobres. Militamos. Y el problema es que no podemos conseguir que nos voten los pobres, y no solamente eso, los distritos ricos nos votan más que los distritos pobres. ¿Cómo se soluciona esto? Trabajando en la militancia. Uno puede corregir algunos errores del pasado: El problema de Pinedo en el 30 contra Irigoyen. El problema de la unidad democrática contra el Peronismo en el 45. El partido socialista en el 51 conspirando contra el peronismo.
La verdad es que hay muchos ejemplos y el último lo tenemos en esta foto: Vilma Ripoll abrazándose con el compañero De Angelis recientemente. ¿Y eso porque es un problema? Porque cuando uno cambia la base de sustentación electoral, y acá volvemos a la Economía, uno pierde claramente el rumbo respecto a qué tiene que pedir desde la izquierda respecto de reclamos económicos fuertes. Se pide 82% móvil, se pide no al impuesto al salario -impuesto a las ganancias-, se pide no más IVA a alimentos.
Y en verdad, que debería pedir la izquierda: cuando pide 82% móvil debería pedir elevar las jubilaciones mínimas para todos a 5.000 pesos. El 82 % móvil implica acentuar desigualdades entre los pasivos. Es imposible que la izquierda pregone eso. Hay que igualar y universalizar las jubilaciones.
Se pide asignaciones para familias de clase media alta y rica. No. Tiene que pedir aumento de asignaciones para los pobres
Se pide que los trabajadores no paguen el impuesto a las ganancias. ¡Como los trabajadores de altos ingresos no  van a pagar el impuesto a las Ganancias!
Hay un trabajo del Conicet al respecto: ¿Saben cuando paga en verdad una familia que trabaja en blanco, el hombre y la mujer con 2 hijos? A partir de los 20 mil pesos,  porque en la Argentina es el único país del mundo que los cónyuges presentan declaraciones juradas por separado y ambos tienen las deducciones.
Yo les pregunto cuantos de ustedes pagan ganancias, levanten la mano. Cuatro. No paga nadie ganancias. Atañe solo al 20% de los trabajadores formales, es decir a menos del 10% de la población.
Y por último, cuando se pide eliminación del IVA alimentos. Es una locura pedir eliminación del IVA alimentos. Si bien la incidencia del IVA es mayor en los sectores pobres, los que más aportan al erario público por el IVA son los ricos, que si bien ahorran mucho, consumen mucho y aportan un gran porcentaje del IVA. Lo que debe pedir la izquierda es la eliminación del IVA a los pobres para todos los bienes, no solo alimentos. Eso no es eliminar el IVA a alimentos sino devolverle el IVA a todos los pobres.
Hay varios casos más, pero quiero cerrar esta discusión con una cosa. Acá tenemos dos personajes importantes:
Todas las facciones tenemos un Moreno que es un patriota para cada uno, se llama Nahuel Moreno, quien está en la foto. Leon Trotsky está al lado. Hay dos textos muy interesantes al respecto. Interesantes para debatir: uno es el texto del ‘64 de Nahuel Moreno, “Dos métodos frente a la revolución  latinoamericana” y el texto del ‘33 de Trostky, “Las organizaciones socialistas de izquierda”. Porque en realidad todo se puede resumir en esa frase de Trotsky que pueden leer en esa pantalla: “No hay que tener miedo a las organizaciones de masas” Ni al peronismo, ni al Kirchnerismo, ni al radicalismo, es importante que sepamos que siempre hay un resquicio, una oportunidad, una forma, un mecanismo de poder hacer lo que se encomendó hacer en la cuarta internacional y está muy bien no olvidarlo. Eso no debe olvidarse porque son muy fuertes hoy las chances de hacerlo, y ustedes lo saben bien, porque hay muchos de quienes fueron fundadores de estas Jornadas que hoy lo están haciendo.
Muchas gracias.


[1] Claudio Katz es Economista, Docente de la UBA. Investigador del Conicet. Miembro del EDI (Economistas de Izquierda) - Julio Gambina es Doctor en Ciencias Sociales de la UBA. Profesor de Economía Política en la Facultad de Derecho - UNR. Integrante del Comité Directivo del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO) - Demián Panigo es Doctor en Economía, EHESS-ENS (Paris) Investigador adjunto del CEIL-PIETTE del[1] Conicet. Docente investigador de la UNM, de la UNLP, de la UBA, y de Paris-Jourdan Sciences Economiques - ENS.

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