A diez años de la devaluación: políticas macroeconómicas y disputas sectoriales
En el marco de las
V Jornadas de Economía Crítica, que se llevaron a cabo entre el 23 y el 25 de
Agosto de 2012 en la Facultad
de Ciencias Económicas de la UBA,
se desarrolló un interesante panel de exposiciones con la presencia de los
economistas Claudio Katz, Julio Gambina y Demian Panigo[1].
A una década de la
salida de la convertibilidad estamos convencidos de que este tipo de encuentros
abiertos y plurales, pensados para compartir y discutir visiones constructivas,
contribuyen a ampliar la capacidad de análisis y diagnóstico de la realidad
económica argentina.
Lo que sigue es la
trascripción de las respectivas intervenciones de los panelistas disertantes,
en las cuales se presentaron argumentos comunes y encontrados a partir del
debate de cuestiones esenciales para el análisis del modelo económico vigente.
Claudio Katz:
Los fantasmas del
pasado están volviendo a la pantalla. Ahí están Broda, Cavallo, Melconian,
López Murphy y Llach desplegando sus recomendaciones de cortar la emisión y re
endeudar al país. Y los que hicieron el corralito ahora despotrican contra las
regulaciones. Los que gestaron una monumental deuda externa ahora reclaman que
no se puede gastar mas de lo que ingresa. Los artífices del 2001 ahora
pronostican un Rodrigazo. Como ya no
pueden elogiar a España a Irlanda, etc., ahora nos convocan a imitar al modelo
chileno, peruano, colombiano. Y lo más chocante de este despliegue de
hipocresía de la derecha neoliberal: los apologistas del libre comercio ahora
cuestionan la sojadependencia, los voceros de las AFJP ahora están muy
preocupados por el “derroche” del dinero de los jubilados.
Muchos piden
directamente otra mega devaluación, cuando hablan de la corrección cambiaria,
de las variables desajustadas, del cepo cambiario, y por supuesto recetan como
siempre el enfriamiento de la economía. Y es curioso ver que aquellos que negaron el desarrollo industrial con la
apertura de los 90, ahora se escandalizan por el control a las importaciones.
Entonces el primer
punto es: NO OLVIDAR. Yo celebro por ello el título de este panel.
Los neoliberales
están ahí. Vuelven a la carga. Desenmascaran su programa de ajuste para
recuperar la confianza y proteger las ganancias de los capitalistas. Y apuestan
a una especie de angustia colectiva en sus campañas contra la mala praxis
actual, tratando de que nos olvidemos lo que fue su praxis de los años noventa.
Yo creo que en esta discusión de economistas es importante empezar por aquí,
privilegiar estos malabarismos de la ortodoxia que vuelven una y otra vez sobre
sus mismos pasos.
Pero nosotros somos
economistas críticos y no nos podemos quedar atrapados solo en cuestionamientos
al modelo neoliberal. Cuando hablamos de política económica, de devaluación, de
disputas sectoriales, tenemos que referirlo a la realidad de hoy. Tenemos que analizarlo en función de los
desequilibrios generados por el modelo actual y en primer lugar la coyuntura actual,
una coyuntura signada por una queja económica general y que en los próximos
meses sabremos si este estancamiento desemboca o no en recesión.
Algunos piensan que
la caída será corta por el estímulo del gobierno brasileño, y otros piensan un
panorama más sombrío. En ningún caso se avizora un regreso al colapso del
2001–2002. Lo que estamos hablando es si la actual situación económica será más
o menos grave que la del 2009.
Pero lo que no
podemos hacer cuando hacemos el diagnóstico es explicar la coyuntura actual
diciendo que se nos cayó el mundo encima. No podemos hacer esa afirmación
cuando la soja esta a 600 dólares/TN. y la economía respira recursos externos
como pocas veces antes. Tampoco podemos afirmar que la coyuntura argentina
tiene una política macroeconómica única y magistral. Basta para ello con ver la
realidad económica de otros países latinoamericanos que atraviesan, con otro
tipo de políticas económicas, por una situación coyuntural muy semejante. La
crisis global es global pero tiene impactos muy diferentes en cada país y en cada
región. Por eso no son posibles algunas comparaciones.
Hay que comparar
Grecia hoy con Argentina en el 2001-2002. Basta recordar quienes eran los que
hacían en ese momento los ajustes. Hay que tener mucho cuidado con el discurso
de la tormenta financiera global como un argumento político de ocasión. A
veces, para magnificar su impacto, tenemos que adelantar las elecciones por la
magnitud de ese hecho, en otras ocasiones se habla en sentido inverso afirmando
que tenemos un escudo, diciendo que estamos “blindados” frente a la crisis
económica internacional. Hay que analizar la continuidad y ver si los problemas
actuales de la economía argentina obedecen a las grietas internas que ha
generado este modelo económico.
Estas grietas se
manifiestan en tres planos:
El primero
obviamente es la inflación. Es completamente absurdo afirmar que son necesarios
6 pesos por día para alimentarse, afirmar que la inflación esta en el 9% anual,
la indigencia en el 1.7 y que la pobreza esta en 5.2. Es absolutamente ridículo.
Es lanzar cifras que ni siquiera quienes las emiten las creen. La inflación es
un problema serio, afecta la pobreza, la indigencia y afecta al salario real.
El problema es que los capitalistas están remarcando precios como siempre para
acumular beneficios, en un contexto donde hay restricciones de oferta ante una
demanda recompuesta porque la inversión privada sigue baja y no acompañó el
aumento de la demanda. Y en los últimos meses estamos viendo además una posible
aceleración de la inflación por emisión monetaria.
El segundo problema
grave es la fuga de capitales: 70 mil millones de dólares entre 2007 y 2011.
Las filiales remiten utilidades a sus casas matrices, los capitalistas locales
resguardan su dinero en el exterior, la industria enfrenta ese conocido cuello
de botella de grandes importaciones y déficit comercial en el sector y, sobre
todo, una enorme salida de capitales por la avalancha de pagos por importación
de combustibles por la pérdida del autoabastecimiento.
El tercer problema
es la pérdida del superávit fiscal, que se ha esfumado cualquiera sea al
cálculo. Se puede maquillar con financiamiento del BCRA, de la ANSES, pero lo que existía
en la primera etapa del modelo ahora ya no existe más. Y esto obedece a que no
se hicieron las reformas impositivas progresivas que hubieran permitido
aumentar la recaudación al mismo ritmo que se aumentaba el Gasto Público.
Entonces se abrió un bache. Ahí esta el bache y no es un bache solo de las
provincias, no obedece solo a los problemas de la coparticipación federal. Es
un problema de déficit del sector del gobierno nacional que hace que se
mantengan impuestos tan vergonzosos, como ese impuesto a las ganancias que
afecta a 3 millones de trabajadores, que grava a los salarios, que podría
resolverse con una reforma impositiva que grave la renta financiera.
Por lo tanto, se
configura una coyuntura económica de desaceleración con tres problemas graves:
inflación, salida de capitales y déficit fiscal. Y el gobierno simplemente
ignora públicamente estos problemas. Nos retransmite un imaginario de
profundidad, de pura profundidad, y en los hechos el gobierno intentó al
principio una sintonía fina, intentó una fijación del techo salarial, contra
los sindicatos, contra las huelgas. Pero después de las paritarias y especialmente
después de la tragedia de Once se dio un giro. Se ha vuelto una política de
enfrentar estos problemas con reactivación basada en el consumo, con políticas
cíclicas aplicando las mismas herramientas aplicadas en el 2009. Y habrá que
ver si eso funciona, considerando la inexistencia del colchón de recursos
fiscales que existía en ese momento y sobre todo con medidas tomadas
tardíamente. No es lo mismo aplicar en el 2012 lo que se debía haber hecho en
el 2005 o en el 2008.
Hay cuatro planos
de desfazaje temporal de medidas.
1.
La pesificación para canalizar los dólares hacia
actividades productivas, para resguardar las divisas, etc. El cerrojo sobre el
dólar se lo ha aplicado luego de haber tolerado la fuga de capitales, luego de
que los dólares se fueron. Se lo aplica con un control de cambios espasmódico y
poco sustancial.
2.
Plan de viviendas luego de años de promover la
construcción de viviendas de lujo. Un plan que no se financia con un impuesto a
los capitalistas que hicieron fortunas en la actividad inmobiliaria sino que se
financia con los fondos de la
ANSES, que tienen otra prioridad: la prioridad de los juicios
en espera por la mala liquidación del 75% de los jubilados que cobra la mínima.
Ahí esta la prioridad.
3.
Obligar a los bancos a financiar la actividad
productiva con crédito a la inversión. Bienvenido sea, pero esto se hace luego
de años de promover préstamos al consumo desalentando la inversión, y de
favorecer la intermediación improductiva con títulos públicos. Un claro ejemplo
es el tan celebrado pago del Boden 2012, que solo lo cobro el 23% de los
ahorristas afectados porque el resto del dinero sirvió para enriquecer a las
corporaciones de intermediarios y de especuladores.
4.
La cuestión petrolera. Quizás es lo más interesante
que ha ocurrido en 2012. Luego de muchos años de denuncias sobre el saqueo de
Repsol, el Gobierno parece que se dio cuenta y tomó, quizás, la medida más
importante de los últimos años. La expropiación parcial de YPF. Pero después de
eso no sabemos a donde vamos, estamos en un limbo. Por momentos hay un gerente
que está revisando los contratos privados como en la era pasada y al mismo
tiempo hay reversión de la libre disponibilidad de crudo. No se sabe bien hacia
donde se va.
En definitiva estos
vaivenes de la política económica tienen un trasfondo, y ese trasfondo es que
el modelo no aborda los problemas de la estructura económica argentina, como la
soja dependencia: un monocultivo que deforesta, que expande los agro tóxicos,
que destruye cultivos, anula la disponibilidad de agua, que arma economías de
enclave en el interior. Y por otro lado, una industria que sigue sin corregir
su escasa intensificación, su elevada concentración, su continuada
extranjerización.
Y un modelo basado
en la lógica capitalista de alta rentabilidad donde se promueve la fabricación
de autos en lugar de la fabricación de trenes. Y es cierto, y no hay que
perderlo de vista, que en ese contexto se han conseguido conquistas sociales
importantes: el salario formal acompañó la inflación, la importancia de la
asignación universal por hijo. Pero el modelo no toca los problemas
estructurales de la desigualdad. Los problemas estructurales de la brecha
social, de las diferencias entre los que están incluidos y los que están
afuera. No se han modificado los promedios históricos del país en materia de
desigualdad.
Y cuando analizamos
el modelo, yo creo que primero lo que hay que romper es la idea de que existen
sólo dos opciones: el neoliberalismo de los noventa o el modelo actual. Y nos
imponen esa elección como si ellas fueran las únicas dos opciones reales. Como
lo único que podemos elegir.
Ello genera una
polarización del debate económico entre los defensores del modelo actual y la
ortodoxia económica neoliberal. Y es una discusión que tiende a ser tramposa
porque solo ve las diferencias, las diferencias en la política económica, en
los intereses en juego, en el rol del Estado. Pero no ve los vasos comunicantes
entre el neoliberalismo y el neodesarrollismo. No ve que el modelo actual es un
neodesarrollismo muy conservador, es muy reacio a una distribución real y
genuina de los ingresos. Ello implica la necesidad de reformas tributarias
radicales e importante disminución de la desigualdad. Es un tipo de
neodesarrollismo que a diferencia de su precursor esta atado totalmente a la
exportación de bienes primarios y al mantenimiento de Argentina en el escenario
internacional como productor de alimentos.
El problema de
trasfondo que está en juego en este modelo, más allá de las limitaciones
señaladas, es un problema histórico: es la intención explícita del modelo
actual de recrear la burguesía nacional. Volver a crear en Argentina una clase
inexistente, lo cual es una ilusión, es irrealizable. Esa clase dominante ya no
existe más. Ahora aparecen grupos económicos altamente diversificados con un
sesgo altamente exportador, con enormes intereses a nivel regional e
internacional y con capacidad de fuga de capitales cuando lo requieren. El
gobierno esta empecinado en forzar la construcción de una burguesía nacional
que no existe y el problema es que esos esfuerzos demandan un costo para toda
la sociedad, y lo pagamos nosotros, y se termina creando un capitalismo de
amigos totalmente improductivo en lugar de fomentar capitalistas innovadores
que privilegien el mercado interno. Ello genera un bloque de grupos económicos
privilegiados que reciben cifras multimillonarias de subvenciones y que no
tiene como contrapartida ninguna forma de inversión productiva real. Entonces
reciben subvenciones, las despilfarran, las fugan y no realizan las inversiones
productivas necesarias.
Cuando se ve como
actúan los capitalistas beneficiados, la reacción del gobierno es subir la
apuesta: Si las subvenciones a los capitalistas beneficiados (Brito, Eurnekian,
Cristóbal López, etc.) resultan frustrantes, la respuesta del gobierno es
buscar otros del mismo tipo y se empieza de nuevo el mismo ciclo.
En definitiva se
esta favoreciendo a grupos económicos a espaldas de toda la sociedad. Un claro
ejemplo de esto es lo ocurrido con los ferrocarriles: después de la estafa de
los Cirigliano que utilizaban la plata del Estado para comprar una empresa de
autobuses en Florida (EE.UU.), el gobierno le quita la concesión y se busca un
reemplazante de la burguesía nacional como Roggio. Atrás de ello hay también
una discusión teórica. Hay economistas, historiadores, sociólogos, etc., que
piensan que es imposible en un país con una estructura empresarial rentista
generar una burguesía nacional productiva. Otros dicen que sí, que con una
política activa estatal es posible. Mientras se deshoja la margarita los fondos
públicos en gran medida son utilizados para una actividad que no se usa en
beneficio de las clases populares. Es la vieja expectativa de corregir los
males del capitalismo intentando construir otro tipo de capitalismo. Esto ya lo
vimos y no ha dado los resultados esperados.
Este tipo de
problemas de corto y largo plazo nos encuentran en una etapa distinta que la
del 2003-2007. Es momento de evaluar profundamente este modelo como economistas
críticos. Como nunca, los términos que nos unen a todos nosotros aquí sirven
para lo que tenemos que hacer: un análisis profundo del modelo actual. Creo que
lo podemos hacer de manera esperanzadora, de manera optimista, lo podemos hacer
teniendo en cuenta que a 10 años del fin de la convertibilidad atravesamos por
un buen momento social, político; un momento donde la juventud retoma la
militancia, la iniciativa, la solidaridad, la hermandad, la lucha colectiva;
donde la juventud participa, estudia, discute activamente, investiga, organiza
este tipo de jornadas, donde vimos alta calidad de las presentaciones, trabajos
de interés. Y esto no solo implica que se está afinando la puntería en la
elaboración de propuestas populares. También estamos fijando los pilares, creo
yo, de otra forma de abordar la economía. Una forma de abordarla como una
ciencia social que nos sirva para la transformación de la sociedad, como una
ciencia que nos permita trabajar en nuestra actividad para construir una
sociedad con justicia, con democracia real, con igualdad social; que es la
sociedad que queremos construir.
Con la sensación de
que con jornadas como estas avanzamos hacia ese objetivo, los felicito por el
trabajo realizado y les agradezco nuevamente por haberme invitado.
Julio Gambina:
Buenas noches,
muchas gracias por la invitación. Felicitaciones en el mismo sentido que marco
Claudio recientemente. Saludo en primer lugar este debate, con tanta cantidad
de ponencias, de jóvenes. La alusión a los jóvenes no es algo menor. Al ver
esto tengo la sensación de recuperar aquella militancia y pensamiento crítico
que teníamos en los ‘70, cuando como estudiantes universitarios poblamos los
debates acerca del entonces nuevo orden económico mundial, que planteábamos
allá en el año ‘74-‘75, sin saber que se nos venía la noche, que se nos vino la
noche con el terrorismo de Estado y la transformación reaccionaria del
capitalismo en nuestro país y en escala mundial, tema que ahora esta cerrando
filas en Europa.
No se puede
entender Europa y el ajuste actual sin entender la historia larga de
reestructuración regresiva del capitalismo mundial, que en el caso argentino
tuvo pico de desarrollo en el 2001. Porque esa década del ‘90 -de la
convertibilidad- fue la exacerbación y llevar hasta las últimas consecuencias
el objetivo de reestructuración regresiva que se había planteado el capital
hegemónico a escala mundial para el conjunto de Sudamérica. Y que para llevarlo
adelanto necesitó del terrorismo de Estado. De un terrorismo de Estado trasnacional
expresado en el Plan Cóndor y que hoy se expresa como terrorismo internacional,
no solo con las invasiones de EE.UU. o la militarización de la economía
mundial, sino con la paliación de leyes antiterroristas que se aplican en
países con gobiernos constitucionales como la mayoría de los de América Latina.
Sin terrorismo de
estado, y sin leyes anti terroristas que cubran los derechos de seguridad
jurídica de las inversiones del Capital externo, no puede funcionar el
capitalismo contemporáneo, en crisis en cualquier parte del mundo, incluida la Argentina.
Por eso creo que es
muy importante el debate que se esta realizando en el marco de estas Jornadas y
la cátedra que tengo el honor de coordinar en Rosario es una de las impulsoras
de estas Jornadas de Economía Critica, que se vienen realizando hace varios
años. Y también creo que es destacable esta mesa de debate. Con matices que
tenemos y tendremos en las distintas presentaciones. Porque lo que hace falta
en Argentina y en América Latina y el mundo es un debate. Un debate de ideas,
opiniones, donde los argumentos se rebatan con otros argumentos y no con esta
cuestión de blanco o negro que se plantea en el escenario político de
Argentina, en donde si no opinás de una manera determinada “le estas haciendo
el juego a la derecha”.
Creo que es
importante el desarrollo del pensamiento crítico para poder avanzar en el tema
que dejo planteado Atilio Borón en su presentación de ayer, diciendo que el
problema era la perspectiva mas allá del capitalismo y si era posible pensar en
términos anti capitalistas. Y a mí me parece que el balance de la década y el
debate hay que hacerlo en términos de la crisis capitalista argentina en 2001 y
de la crisis capitalista global actual, y el papel de la política económica
argentina para superar el capitalismo o para quedarse en el capitalismo. Y
quedarse en el capitalismo es quedarse subordinado a la estrategia capitalista
que obviamente hegemoniza e impulsa el capital trasnacional hegemónico.
La crisis
contemporánea nos obliga a discutir el pensamiento crítico en forma
circunstanciada. Yo voy a insistir en un concepto que dijo Claudio Katz recién:
“la crisis es mundial” y si es mundial la Argentina es parte de la crisis mundial del
capitalismo. Y el precio de la soja sube y el precio del oro sube, no por la
productividad creciente de la economía argentina sino por que las condiciones
de crisis mundial hacen que el precio de los minerales, de la soja, de los
alimentos, de los “recursos naturales”, en términos del capitalismo, o de los
“bienes comunes”, como deberíamos discutir, tienen una incidencia acerca de
cómo se resuelve la crisis capitalista o no y cual es el papel de la Argentina.
Nosotros estamos
convocados en esta mesa a discutir la caracterización de estos 10 años entre el
2002-2012 y no alcanza con decir, como muchos afirman, que se trata de una
discusión entre la convertibilidad y la post convertibilidad. Hablar de ello no
quiere decir casi nada, porque es hablar de la política cambiaria como si esta
supusiera un conjunto de elementos que definan las relaciones sociales, que son
el eje central de cualquier análisis de discusión de economía política. No
alcanza con analizar la política cambiaria. Son muchas las variables que entran
en juego en el análisis de la política económica y en las consideraciones de la
macroeconomía.
Lo que hay que
pensar es la salida capitalista de la crisis, insisto, la del 2001 y la de la
actualidad. Y la sensación es que los 10 años que estamos analizando han
servido para intentar normalizar el funcionamiento del capitalismo en la Argentina, promover
condiciones para un capitalismo normal, y un capitalismo normal es aquel que
asegura la valorización del capital, un capitalismo normal es aquel que
garantiza renta suficiente para la inversión y la reinversión de capitales, y
por lo tanto cuando pensamos en esta década se piensa en términos de
capitalismo productivo y se ensalza el capitalismo productivo. Yo quiero traer
a colación que esta década tiene origen en el proyecto productivo de Eduardo
Duhalde, de Remes Lenicov y la continuidad de Lavagna hasta el año 2006. Y es
importante analizarlo porque la década prácticamente hay que dividirla en dos
partes: 1) hasta el 2006 bajo la gestión de Lavagna en el Ministerio de
economía 2) desde 2007 en adelante cuando algunas cuestiones de la
macroeconomía cambian y por lo tanto la política económica se fue adecuando en
función de esos cambios.
La devaluación
significó una transferencia brutal de recursos de los trabajadores y otros
sectores de ingresos fijos a los inversores, a los propietarios de medios de
producción, al gran capital. Por eso la salida de la convertibilidad supuso un
elevado nivel de pobreza y desempleo; elevó el piso de los problemas, y la
reactivación de la economía que siguió a la devaluación permitió que mejoren
una cantidad de indicadores sociales, que claro, comparados contra ese piso del
2002 muestran que todo está mejor que antes pero no en relación histórica con
la década del ‘90, y mucho menos con la década del ‘80 y ni hablar con la década
del ‘70 y de los ‘60. Estamos normalizando unos indicadores sociales que no
existieron nunca en la
Argentina anterior y consolidan un peso de gravedad social de
los problemas de la
Argentina que son muy serios para pensar en términos de
pensamiento crítico.
Claro que el
crecimiento de la economía en esta década ha significado mayor consumo, mayor
inversión y saldo favorable del balance de pagos, y es interesante analizar
quienes fueron los beneficiarios de ese mayor consumo, inversión y saldo favorable
de la balanza de pagos. Y es cierto que se generó mayor empleo, pero mucho
empleo que se ha creado, 4 millones o más, es mayoritariamente empleo de mala
calidad; se trata de empleos-basura con una elevada precarización. Pese a una
década de elevado crecimiento sigue habiendo, por lo menos en las estadísticas
oficiales -poco creíbles además-, un 30 % de trabajo informal, y eso habla de
las condiciones de la relación entre el capital y el trabajo en la Argentina contemporánea.
El capitalismo
funcionó en la Argentina,
luego de la devaluación y de la cesación de pagos, hasta el 2007, sobre la base
de una utilización de una capacidad ociosa que estaba dotada de inversiones de
bienes de capital generados en el festival de endeudamiento de la década del
‘90. Terminada esa época de utilización de la capacidad ociosa, no solo de
sectores de alta tecnología sino de sectores pequeños y medianos de vieja
tecnología y atrasados, el único mecanismo para mantener la normalidad de
grandes ganancias para la valorización del capital es el desenlace
inflacionario. Es la disputa de precios entre los propios capitalistas y es un
proceso mayor de súper explotación de la fuerza de trabajo.
El capitalismo ha
funcionado en estos diez años. Ha crecido el gasto de los sectores de alta
capacidad de consumo y también ha crecido un consumo popular. Porque no solo ha
habido mas de 4 millones de puestos de trabajo, mayoritariamente trabajo
basura, sino también ha habido, producto del superávit comercial y fiscal, la
posibilidad de una política social complementaria de carácter masivo que en
términos individuales -de los que perciben esos ingresos- significan mejores
condiciones que no tenerlos y por eso la mayoría de la población adhiere a la
asignación universal por hijo -4 millones de personas-, a los 2 millones de
jubilaciones sin los aportes correspondientes. Claro que esto es correcto pensando en términos de
ingreso social para el conjunto de la población. Pero hay que decir que esa
población no saldrá jamás de la pobreza con esos niveles de ingreso, que además
se deterioran producto de la inflación recurrente que existe en nuestro país.
Estamos asistiendo
a la recomposición de un consumo en dos escalas: de un consumo suntuario -un
claro ejemplo es el turismo del fin de semana largo que acaba de pasar,
hoteles, rutas y restaurantes colmados vinculados al 30/40% de la población
argentina con una elevada capacidad de consumo- pero también en el otro lado
tenemos el 25%, si se quiere pensar en
las cifras oficiales o, siendo más genuinos, un 40% de la población con otra
velocidad de apropiación de este funcionamiento del capitalismo en Argentina.
No es menor este
detalle de la evolución de los precios si pensamos en los precios de los
productos principales de exportación e importación en Argentina. El tema de
la sojización y la mega minería a cielo
abierto, que algo ya se ha dicho en esta mesa. Yo quiero acá dejar sentada la
discusión de que en estos diez años se ha planteado el beneficio del capitalismo
productivo y por eso hice mención a Duhalde, al Duhalde de hace unas décadas y
al Duhalde que aparece ahora, y a los personajes que estaban con él en la
década del ’90, y los que lo acompañaron en la salida de la crisis del 2001, y
los que lo acompañan en la actualidad. Para pensar que la producción al margen
del proceso de circulación no existe en el análisis de la economía política, de
la economía crítica. No se pueden pensar en forma separada. Y yo me pregunto si
es mejor el capitalismo productivo que el capitalismo especulativo y me pregunto
por ejemplo quienes son los acreedores, tenedores externos de títulos -Boden
2012- que cobraron hace poquito 1705 millones de dólares con una transferencia
realizada con una celeridad impresionante. Esos tenedores de títulos que
cobraron 1705 millones de dólares, producto del trabajo social colectivo de la Argentina. Me
pregunto si eso es capitalismo especulativo o es capitalismo productivo.
Yo me pregunto si
el FMI, que estaba planteado en el 2001 como corresponsable de la crisis, que
era una institución inservible y ampliamente criticada en el mundo y hoy es una
institución señera del sistema financiero mundial, avalado e impulsado por el
G-20, la institución planteada por el poder mundial para resolver la crisis
capitalista contemporánea. Un FMI que recibe, entre otros países, de Brasil 15
mil millones de dólares para mejorar su capacidad de préstamo, 14 mil millones
recibe de México y ni hablar de los pagos anticipados de deuda que se hicieron
en el año 2006: 9800 millones de dólares de Argentina. Esos aportes al FMI de
pagos anticipados o de aportes para mejorar la aptitud del FMI para chantajear
y condicionar el ajuste en Grecia, en España, en Europa en las condiciones
actuales. Me pregunto si esto es capitalismo productivo o capitalismo especulativo
y que tiene que ver la
Argentina y la inclusión de Argentina en el G-20 para avalar
esa política de ajuste global que lleva adelante el FMI.
Muy breve quiero
esbozar algunas cuestiones de los ejes que nos plantearon los organizadores de
la mesa. Respecto de los beneficiarios de la política económica de estos diez
años. Yo quiero plantear que una cosa es que las clases dominantes de Argentina
tengan desacuerdos políticos con el gobierno y otra cosa es que las clases
dominantes sean los principales beneficiarios de la política económica de los
últimos años. No les gusta a las clases dominantes que se hayan habilitado en
los últimos años los juicios y mucho menos cuando los juicios empiezan a tocar
al poder económico: a los Blaquier y compañía. Eso es lo que no les gusta. No
les gusta el vínculo político y económico de Argentina con Venezuela. De la Argentina con el ALBA.
De la Argentina
en una integración alternativa. Pero no nos engañemos. Que esas decisiones
políticas no les gusten no esconde que sean los grandes beneficiarios de un
proceso de normalización capitalista, como muy bien lo señalaba la presidenta
en la bolsa de comercio, donde decía que la política económica es para que los
empresarios ganen y por supuesto, el capitalismo es que los empresarios ganen.
A la presidenta le gusta decir que el capitalismo es consumo, pero yo quiero
insistir en este consumo diferenciado y un consumo que favorece el ciclo de
acumulación de capitales que en Argentina está hegemonizado por corporaciones
trasnacionales en todas las ramas de la economía argentina, sea el agro, la
industria, los servicios. Y no en vano, si el sector económico que expresaba
los mayores elementos de crisis del 2001 era la banca, hoy tenemos que la banca
es el sector que mas rentabilidad acumula en el ciclo económico contemporáneo.
¿Y la banca es capitalismo productivo? Si hasta tienen que ser exigidos a
prestar un 5% de sus depósitos a tasas contenidas del 15% anual para PYMES.
Es un asunto
discutible si prevalece el capitalismo productivo o el especulativo. E incluso
cuando propios sectores oficiales plantean modificar la ley de entidades
financieras, débilmente incluso, con una propuesta de reforma débil al inicio
de las sesiones parlamentarias del 2012, se planteó que ello era “mucho ruido y
pocas nueces”. Todavía rige en la
Argentina la Ley 21526 del año 1977, de Martínez de Hoz, y el
BCRA cambió su carta orgánica, ello es cierto. Esta mañana hemos presentado con
un colectivo de investigadores, una ponencia demostrando que los cambios de la
carta orgánica son coherentes y consecuentes con los cambios que plantea el
Banco de Basilea, el FMI, el Banco Mundial, y por lo tanto es una adecuación
del régimen financiero argentino para más regulación según demanda el
capitalismo contemporáneo en esta época de crisis. Un colega brasileño aquí
presente indica: “en este tiempo somos todos keynesianos”, no es ninguna virtud
hoy ser keynesiano o neo keynesiano, lo que hay que discutir es la crisis del
capitalismo.
Otro de los ejes
que nos planteaban es el tema de la competitividad, la cual es categoría de
competencia entre países, entre capitales, y yo me pregunto si lo que tiene que
estar en juego en la
Argentina es la competitividad de la economía o si lo que
tiene que estar en juego en el debate político, teórico, académico, intelectual
en Argentina, en América Latina y el mundo es la cooperación entre los países
para encontrar soluciones. ¿Va a
encontrar cooperación la
Argentina explotando Vaca Muerta con Chevron? ¿O Argentina
debe profundizar la relación con las petroleras de la región en una perspectiva
de soberanía energética, para pensar una articulación con las universidades
públicas, con las instituciones de investigación de la Argentina -aun
estatales- para desarrollar con otras agencias regionales e incluso discutir y
arrastrar a Brasil a procesos de soberanía energética, de autonomía para pensar
en términos alternativos?
Lo mismo digo en términos del eje sojero de la Argentina. La soja
transgénica empezó en 1996. Pero fue en esta última década en donde se
profundizó el desarrollo de la soja transgénica, y yo me pregunto si el
proyecto debe ser condenarnos a la sojización para beneficio de las
trasnacionales de la biogenética o la alimentación o si podemos pensar en
términos de soberanía alimentaria. Hace muy poquitos días en Nueva York la
presidenta destacaba las inversiones de Monsanto. Monsanto está hoy en la Argentina presentando la
nueva semilla transgénica. En tiempos de Néstor Kirchner no se pagaron las
regalías, ahora si se van a pagar las regalías, sean pequeños o medianos los
productores sojeros que utilicen la
RR2, nuevo desarrollo tecnológico que pone a la Argentina a la
vanguardia del tema del pago de las patentes a Monsanto y a las trasnacionales
alimenticias.
Por eso hay que discutir si estamos condenados al
capitalismo de época que nos impone el capital trasnacional con su
competitividad o, por el contrario, tenemos que pensar en términos
alternativos. Las restricciones, que tanto se discuten en estos tiempos, sobre
las importaciones, sobre el dólar. Miren que curioso, el BCRA era comprador
monopólico para que el dólar no baje durante gran parte de la década. Ahora la
historia cambió, y aparecen las demandas en el plano global.
Yo termino señalando que hay un debate político teórico
en la Argentina
y que se expresa crudamente en el “desendeudamiento”. El desendeudamiento es
una política de pago. La deuda externa se está pagando. Se señala que es una
proporción menor, pero convengamos que esa disminución de la proporción de
deuda respecto del PBI está asociada a la devaluación. Hay un endeudamiento
tapado de la Argentina
y hay un cambio de acreedores, de los acreedores externos se ha pasado a las
agencias gubernamentales: el BCRA, la
ANSES, el BNA; y no hay ninguna perspectiva de pagar esa
deuda. Hay intención de renovarla y tirar la pelota para más adelante. Yo
quiero señalar que la deuda externa, pese a que ha disminuido en proporción del
PBI, sigue siendo un gran condicionante de la política económica argentina y si
la Argentina
no modifica su política económica estructural va a continuar profundizando los
lazos de dependencia y de subordinación. El desafío que está por delante, en
términos de pensamiento crítico, en unas Jornadas de Economía Crítica, es
volver a preguntarnos, como nos preguntábamos en los ‘70, vinculado a las
luchas del movimiento obrero y popular, si podemos ser capaces de pensar en la
perspectiva de una Argentina independiente.
Muchas gracias.
Demian Panigo:
Buenas noches a
todos. Es impresionante ver tanta gente aquí. Hace cinco o seis años, más o
menos en la misma fecha, cerrábamos las primeras Jornadas de Economía Crítica.
Estuvimos en una mesa con Guillermo Gigliani, Julio Neffa y Axel Kicillof. Eran
cincuenta personas en La
Plata. En total en todas las Jornadas no habían sido más de
20 papers. Hoy en las V Jornadas hay 250 papers y muchas mesas, muchas
actividades distintas, mucha gente nueva, muchos jóvenes. Bueno, estoy muy
honrado por la invitación y por la pluralidad de estas jornadas. Existen otras
jornadas, pero no tan plurales como para
poder entablar discusiones. El año pasado la pluralidad estuvo un poco
complicada, pero esperemos que este año no.
Que haya tantos
jóvenes economistas heterodoxos que puedan aportar en investigación, en
docencia y militancia, la verdad es un enorme placer. En ese contexto general
permítaseme variar un poco el eje de discusión.
Ya hemos compartido
una mesa con Katz y Gambina en distintos lugares y siempre es un placer. Mucha
discusión interesante. Pero hoy tenía la idea de plantear la discusión respecto
de qué nos deja la historia económica reciente luego de diez años de la mega
devaluación de 2002. Yo creo que lo más importante que nos deja, y ahí va parte
de la presentación, es una enorme oportunidad para los militantes de izquierda,
pero sobre todo para los economistas heterodoxos de entender que, dadas las
condiciones históricas, es la primera vez en muchísimo tiempo que muchos de
nosotros creemos que el límite es el cielo y que las posibilidades de encontrar
un espacio, un resquicio, en algún lugar, en el sector público, privado, para
criticar la realidad de todos los argentinos, aun con todas las limitaciones
que vamos a discutir, es la más elevada en mucho tiempo.
Y en ese sentido
vamos a discutir la economía de los últimos diez años, pero también vamos a
discutir sobre las potencialidades que se abren al respecto y los peligros de
repetir errores del pasado, en esta cuestión tan particular que tiene que ver
con el acercamiento de la vanguardia intelectual de izquierda respecto de las
clases populares, sobre todo de los partidos de masas y cuales son las puertas
que se abren.
En primer lugar yo
coincido con ambos expositores que me precedieron en muchas cosas, sobre todo
en esa parte que ambos mencionaron, acerca de que estamos en el mejor momento
de los últimos 50 años. La verdad es llamativo tener algunas discusiones
particulares, pero yo quiero comenzar por plantearles que a diez años de la
devaluación tenemos una sociedad con muchísimos problemas.
Vamos a recordar
algunos que han mencionado mis colegas, pero tenemos algunos mas: tenemos un
nivel inaceptable de desocupación, la única pobreza aceptable es cero y tenemos
una más elevada; la desigualdad -aunque está a niveles de la década del ‘80-
está muy lejos que la que teníamos en el año ’74; ni hablar si podemos
adentrarnos en la distribución funcional del ingreso y retrotraernos al año
1952 y ver la distribución entre trabajadores y capitalistas, y ahora estamos
lejos de eso. El sistema de transporte complicado: el Ferrocarril -si bien es
el más barato del mundo- tiene mil millones de problemas. La concentración
empresaria, más allá de haberse modificado en los últimos años, es muy elevada.
Los condicionamientos de la política económica en el contexto internacional
persisten y son enormes. La deuda -como dice Gambina- pese a haberse reducido a
registros de mediados de los ‘80 todavía es un peso muy grande como para tener
realmente independencia económica.
Podría tomarme
seguramente el resto del tiempo que me queda para seguir nombrando los
problemas que tenemos. Tenemos muchos problemas y la verdad es que ningún militante de izquierda podría
estar contento ni con la mitad de los problemas que tenemos. Ahora, no obstante
ello, tenemos el mejor modelo de desarrollo de los últimos cincuenta años. El
mejor. Es cierto, probablemente es el mejor dentro del capitalismo, con todas
las limitaciones que ello impone, y seguramente muchos estaríamos de acuerdo en
pensar en una estrategia alternativa, no necesariamente la que se planteó luego
de la revolución bolchevique en la ex Unión Soviética, pero seguramente pueden
encontrarse distintos regímenes de acumulación alternativos, con distintos
niveles de regulación estatal, para poder examinar.
Pero yo quiero
recordarles, a diferencia de las anteriores exposiciones, todas las cosas que
hicimos posible en los últimos diez años y que realmente van muchísimo más allá
de la economía, aunque en términos económicos son enormes. Ha aumentado
muchísimo el empleo, a disminuido la desocupación, se celebraron múltiples
convenios colectivos de trabajo, ha aumentado el salario mínimo vital y móvil;
los 3 millones y medio de personas que tienen asignación universal por hijo,
los 2 millones de personas que entraron al plan de jubilación previsional; la
caída sin precedentes de la desigualdad. Ahí me permito realmente marcar que me
llaman mucho la atención algunas palabras de Katz respecto de la desigualdad.
La desigualdad ha caído enormemente. Claro, cuando uno quiere estar en contra
de la realidad a veces se fija en un indicador particular. Acá voy a hacer un
pequeño paréntesis metodológico y estadístico: por supuesto que el coeficiente
Gini siempre se modifica en menor medida, porque lo que mide son transferencias
y tiene mucha ponderación en el modo de la distribución y pondera fuertemente
transferencias en torno a la moda de la distribución y poco respecto a los
extremos de la distribución y claro, cuando se hacen transferencias de ricos a
pobres se mueve poco el Gini y debe usarse otro indicador como el ratio que les
presento: el ingreso medio del decil más rico al decil más pobre que ha caído
enormemente en los últimos 10 años y sobre todo como resultado de políticas
implementadas en los últimos 3 años. Estamos en niveles más bajos de desigualdad
considerando estos indicadores que son más sensibles a la distribución del
ingreso y nos pone en una condición de desigualdad muy semejante a la existente
en la década del ‘80. O sea, hemos recuperado veinte años en términos de
desigualdad.
Respecto a la
política fiscal se ha dicho que falta mucho por hacer y falta mucho por hacer,
es cierto. En términos de cantidad de tributos modificados para ganar
progresividad este gobierno ha hecho poco. Ahora, lo que no se dice es, citando
una frase económica que “no importa cuántos son sino como se portan”, en
términos tributarios, importa cuantos son, por supuesto, pero también de cuanto
hablamos. Por lo que sí es cierto también que las dos o tres modificaciones
importantes en materia tributaria han dado un caudal de recursos enormes al
Estado, básicamente proveniente de sectores de altos ingresos. Estoy hablando
del incremento sucesivo de los derechos de importación. No hay un solo pobre ni
un solo clase media que pague derechos de importación y, -esto es un poco más
controvertido- con el aumento de la participación del impuesto a las ganancias
en el producto, pero sobre todo por el tema de la renacionalización de aportes y contribuciones
patronales, que si bien es cierto parece neutro en términos distributivos como
bien se señaló, existen muchos trabajadores informales y pobres quienes no
aportan al sistema y básicamente es la clase media y alta la que aporta al
sistema previsional formal, por lo cual es un incremento de tributos
progresivos.
También el Gasto
Público ha ganado progresividad. Se ha invertido la proporción del gasto en
educación e intereses de deuda que antes era 2% del PBI en educación y 6% en
intereses de deuda. Hoy esa proporción se ha invertido. También las cuestiones
de cuenta corriente o de cuánto ha mejorado la composición de las
exportaciones. Se habla en muchos casos de la reprimarizacion y digo: Argentina
es el único, de vuelta, el único país de América Latina que en los últimos diez
años no se ha reprimarizado. Es el único país de América latina que ha
aumentado la participación del sector industrial, tanto del producto como de
las exportaciones, con lo cual es una falacia interesante para discutir esa
consideración y tengo los datos como para poder probarlo.
Y también está el
tema de la deuda y las cuestiones más tradicionales que se conocen.
Pero de vuelta,
para no olvidar, y es quizás más importante no olvidar para todos aquellos que
hemos militado mucho tiempo y quienes tenemos familiares desaparecidos y
venimos de familias militantes. La verdad que hablar de estos diez años de la
post convertibilidad, de la estrategia de desarrollo luego de la mega
devaluación, el empleo, etc., sin mencionar todo lo que se ha hecho en materia
de derechos humanos, civiles y justicia es una postura bastante imperdonable.
Es impresionante el
avance en la ampliación de derechos sociales y civiles en estos diez años. En
particular las políticas anti predatorias, que son aquellas que no solo
modifican sustancialmente la predación sino algo que parece olvidarse y que es
la extranjerización de la economía argentina y la cúpula empresaria. Ha
cambiado ello por la intervención del Estado y ahí tenemos a YPF, Aerolíneas
Argentinas, AYSA, Fabricaciones Militares, las AFJP, etc., como muchas grandes
empresas que se han recuperado hoy, y se han buscado mecanismos distintos para
aquellas que no han recuperado su rol, para mejorar su capacidad de renta.
Recuerden que
muchos sectores tenían retenciones móviles, recuerden también que si algunos
sectores no lo tienen es porque cuando desde el gobierno se quiso avanzar sobre
eso, que tiene que ver con ese importante y complejo proceso de sojización de
una parte del agro argentino, hubo una medida muy importante. Fueron muy pocos
los militantes de izquierda que salimos a la calle a apoyar esa medida para que
se pudiera sostener. Eso no sucedió. Y buena parte de las distintas
agrupaciones de izquierda, peronistas, neo peronistas, kirchneristas que en su
momento no pusieron “el cuerpito” para sostener eso pueden hablar, alegremente,
de los problemas de la sojización. Pero algún cargo de conciencia tienen que
tener porque no es que nada se pudo hacer sino que no tuvimos el apoyo
necesario y de hecho, increíblemente, hubo una parte de la clase media que
salió a defender justamente aquello que más los perjudicaba.
Como dice un
compañero funcionario amigo, la inflación es el precio de la tierra, sobre todo
la inflación en alimentos. Si no se controla el precio de la tierra la
inflación en alimentos existe y va a existir. ¿Había medidas para controlar el
precio de la tierra? Si, las hubo. ¿Se pueden volver a tomar? Difícilmente. Hay
que encontrar otros caminos, el mismo no. Al menos por ahora. Pero el mismo proceso de sojización, y buena
parte de la dinámica inflacionaria, tiene que ver con una misma cosa que desde
las distintas agrupaciones de izquierda no supimos comprender en buena medida.
Más técnicamente, cuales son los modelos que se plantean. En este sentido
Gambina acaba de plantear algo muy interesante y que no se ve en algunos
economistas heterodoxos: en la post convertibilidad no hubo un modelo sino dos
modelos: a) un modelo que aplico Lavagna y b) un modelo post-Lavagna.
Al primer modelo
muchos de nosotros lo definimos como neo relativista, que a grandes rasgos es
un modelo con tipo de cambio real elevado y salario real bajo, lo que permite
inversiones en el sector transable por cambio de precios relativos y vía
exportaciones salimos adelante gracias a la dinámica de este sector
mercantilista beneficiado. Cuando uno ve la estadística observa un aumento del
consumo en bienes durables -automotores e inmuebles- y lo que sí hubo fue una
enorme desigualdad y una increíble pauperización y pobreza. También una
importante transferencia de recursos a sectores con consumo postergado que
tuvieron enormes efectos riqueza y salieron a consumir autos e inmuebles como
efecto post corralito.
Luego de eso
Lavagna entra en conflicto con el Gobierno, ya que quería congelar la
distribución del ingreso en el peor piso histórico y decía que los salarios
debían aumentar por la productividad, lo cual implicaba congelar la
distribución funcional del ingreso justo en el momento que se observaba el peor
registro de la historia desde que se tienen datos. Lavagna renuncia por las
presiones del gobierno y se inicia otro modelo. Un modelo distinto que
mencionamos como modelo de desarrollo productivo con inclusión social. Es un
modelo diferencialmente distinto al del periodo 2003-2005. No existe un tipo de
cambio elevado sino tipos de cambio múltiples. Me extraña que seis años después
no lo podamos entender. Es un modelo de tipos de cambio múltiples en el cual,
además, hay una importante presencia del sector público con mayor recaudación,
mayor presión tributaria, mayor gasto público y en el cual el consumo de las
clases populares creció mucho más rápido que lo que había crecido inicialmente
entre el 2002-2005, que como habíamos dicho había sido movilizado por consumo
suntuario de los sectores de altos ingresos que habían tenido importantes
efectos riqueza por la devaluación.
Este modelo
tiene pilares distintos: equidad
distributiva, política fiscal expansiva sustentable, relajamiento de la
relación externa. Es decir, dos pilares que tienen que ver con la mejora del
producto efectivo y un pilar que tiene que ver con la mejora del producto
potencial. El producto potencial no es, como dicen los liberales y como muchos
marxistas creen, solamente el producto que determinan los factores de la
producción y las relaciones técnicas existentes. No es solo la visón de la
función de producción neoclásica. No es así porque esa restricción, que por
supuesto existe, llega mucho antes en nuestro país por la restricción de
divisas. Siempre llega antes, mucho antes la restricción de divisas. No
entender eso es no entender buena parte de la macroeconomía argentina. En
nuestro país lo que había que relajar para poder crecer más rápido, antes que
tener una mayor capacidad productiva -que también es necesario- era relajar la
restricción de divisas y para eso es necesario desendeudarse. Y no solamente
pagando como mencionaba mi antecesor expositor, y que es una cuestión
discutible, sino que había que no pagar una parte importante de la deuda, que
es lo que se olvidaron de decir. Había que no pagar el 70% de la deuda porque
el peso era descontrolado y ello, junto al establecimiento de tipos de cambio
múltiples, posibilitó un fuerte
relajamiento de lo que es el producto potencial máximo que se puede alcanzar
sin entrar en déficit de cuenta corriente y al mismo tiempo estableció un esquema
de recursos importantes para que el Estado pudiera, a través del Gasto Público,
empujar la Demanda
Agregada favoreciendo el consumo popular y lograr también un
aumento del producto efectivo concomitantemente con una mejora en la
distribución del ingreso.
Es decir, con una
estructura productiva desequilibrada sin convertibilidad y sin intervención
cambiaria, lo que se obtiene es destrucción de empleo. En el nuevo
mercantilismo de Duhalde y sus aliados -y sus secuaces- tenemos ahí
devaluaciones no compensadas con nada. Y lo que tenemos es rentabilidad pero
con enormes presiones inflacionarias, que si no se va a otro modelo termina en
puja distributiva con una dinámica de aumento de precios que perjudica sobre
todo a los sectores populares. En cambio en el nuevo modelo se basa en el
intento, siempre con prueba y error y analizando como avanzar en cada momento,
indagando acerca de la estructura de costos de cada sector, en que cada sector
tenga el tipo de cambio que le corresponde y en esa dinámica, la regla general:
los sectores de alta rentabilidad, con alta participación en la canasta básica
alimentaria y baja creación de empleo van a tener un tipo de cambio bajo por
medio de la aplicación de retenciones. Y los sectores con baja rentabilidad,
poca participación en la canasta básica y altos creadores de empleo -como el
sector textil- van a tener un tipo de cambio alto más un incentivo para
arancelario.
Hay un trabajo
excelente de una persona que queríamos mucho, que se llamaba Ivan Heyn, sobre
el tema de licencias automáticas, un instrumento que ha sido de enorme utilidad
para muchos de esos sectores. Ahora todo eso lo que nos da, y acá no hay
discusión alguna respecto que línea de precios se utiliza, es el índice de Sen,
un índice de bienestar discutible pero relevante para tomar en cuenta las dos
grandes dimensiones de la macroeconomía: el crecimiento y la distribución del
ingreso. Lo que tenemos es que Argentina tiene el nivel de bienestar más alto
de los últimos años. Ahora, ¿es todo lo que se puede hacer? No. Y acá esta para
mí la gran oportunidad y el gran desafío para todos los que somos economistas
heterodoxos de izquierda.
Acá lo que estoy
presentando en este cuadro es el apoyo de las clases populares al nuevo modelo
de desarrollo y lo que hice básicamente es construir un índice de
electoralidad. Yo opino como Pino Solanas que el voto debe ser calificado pero
al revés que lo que él dice. Lo importante es ver, independientemente de
cuantos votos sacó cada uno, quien lo votó a cada uno. Entonces analicé cuantos
votos tuvieron los distintos presidentes de los distritos pobres y no pobres. Y
oh! casualidad: desde que tenemos datos las dos elecciones de CFK son las que
han tenido el mayor índice de progresividad electoral, la mayor diferencia
jamás alcanzada en la historia entre los votos de los distritos ricos y los
distritos pobres. Ahí pueden observar un mapa con un índice de privación -como
Proxy de pobreza- de necesidades por región, y al lado el mapa de votos de CFK.
Hay una correlación muy elevada entre los sectores con mayores privaciones y la
cantidad de votos a CFK, excepto en la provincia de Santa Cruz. Cuando uno ve
el resto de los partidos, el frente de izquierda, el partido socialista, es
totalmente al revés. A quienes somos militantes de izquierda lo que nos debe preocupar, no es solo si sacamos muchos
o pocos votos, porque eso puede cambiar, el problema es si nos votan los ricos.
El problema central es que nosotros queremos defender a los pobres. Militamos.
Y el problema es que no podemos conseguir que nos voten los pobres, y no
solamente eso, los distritos ricos nos votan más que los distritos pobres.
¿Cómo se soluciona esto? Trabajando en la militancia. Uno puede corregir
algunos errores del pasado: El problema de Pinedo en el 30 contra Irigoyen. El
problema de la unidad democrática contra el Peronismo en el 45. El partido
socialista en el 51 conspirando contra el peronismo.
La verdad es que
hay muchos ejemplos y el último lo tenemos en esta foto: Vilma Ripoll
abrazándose con el compañero De Angelis recientemente. ¿Y eso porque es un
problema? Porque cuando uno cambia la base de sustentación electoral, y acá
volvemos a la Economía,
uno pierde claramente el rumbo respecto a qué tiene que pedir desde la
izquierda respecto de reclamos económicos fuertes. Se pide 82% móvil, se pide
no al impuesto al salario -impuesto a las ganancias-, se pide no más IVA a
alimentos.
Y en verdad, que
debería pedir la izquierda: cuando pide 82% móvil debería pedir elevar las
jubilaciones mínimas para todos a 5.000 pesos. El 82 % móvil implica acentuar
desigualdades entre los pasivos. Es imposible que la izquierda pregone eso. Hay
que igualar y universalizar las jubilaciones.
Se pide
asignaciones para familias de clase media alta y rica. No. Tiene que pedir
aumento de asignaciones para los pobres
Se pide que los
trabajadores no paguen el impuesto a las ganancias. ¡Como los trabajadores de
altos ingresos no van a pagar el
impuesto a las Ganancias!
Hay un trabajo del
Conicet al respecto: ¿Saben cuando paga en verdad una familia que trabaja en
blanco, el hombre y la mujer con 2 hijos? A partir de los 20 mil pesos, porque en la Argentina es el único
país del mundo que los cónyuges presentan declaraciones juradas por separado y
ambos tienen las deducciones.
Yo les pregunto
cuantos de ustedes pagan ganancias, levanten la mano. Cuatro. No paga nadie
ganancias. Atañe solo al 20% de los trabajadores formales, es decir a menos del
10% de la población.
Y por último,
cuando se pide eliminación del IVA alimentos. Es una locura pedir eliminación
del IVA alimentos. Si bien la incidencia del IVA es mayor en los sectores
pobres, los que más aportan al erario público por el IVA son los ricos, que si
bien ahorran mucho, consumen mucho y aportan un gran porcentaje del IVA. Lo que
debe pedir la izquierda es la eliminación del IVA a los pobres para todos los
bienes, no solo alimentos. Eso no es eliminar el IVA a alimentos sino
devolverle el IVA a todos los pobres.
Hay varios casos
más, pero quiero cerrar esta discusión con una cosa. Acá tenemos dos personajes
importantes:
Todas las facciones
tenemos un Moreno que es un patriota para cada uno, se llama Nahuel Moreno,
quien está en la foto. Leon Trotsky está al lado. Hay dos textos muy
interesantes al respecto. Interesantes para debatir: uno es el texto del ‘64 de
Nahuel Moreno, “Dos métodos frente a la revolución latinoamericana” y el texto del ‘33 de
Trostky, “Las organizaciones socialistas de izquierda”. Porque en realidad todo
se puede resumir en esa frase de Trotsky que pueden leer en esa pantalla: “No
hay que tener miedo a las organizaciones de masas” Ni al peronismo, ni al
Kirchnerismo, ni al radicalismo, es importante que sepamos que siempre hay un
resquicio, una oportunidad, una forma, un mecanismo de poder hacer lo que se
encomendó hacer en la cuarta internacional y está muy bien no olvidarlo. Eso no
debe olvidarse porque son muy fuertes hoy las chances de hacerlo, y ustedes lo
saben bien, porque hay muchos de quienes fueron fundadores de estas Jornadas
que hoy lo están haciendo.
Muchas gracias.
[1] Claudio
Katz es Economista, Docente de la UBA. Investigador del Conicet. Miembro del EDI
(Economistas de Izquierda) - Julio Gambina es Doctor en Ciencias
Sociales de la UBA.
Profesor de Economía Política en la Facultad de Derecho -
UNR. Integrante del Comité Directivo del Consejo Latinoamericano de Ciencias
Sociales (CLACSO) - Demián Panigo es Doctor en Economía, EHESS-ENS (Paris) Investigador
adjunto del CEIL-PIETTE del[1]
Conicet. Docente investigador de la
UNM, de la UNLP,
de la UBA, y de
Paris-Jourdan Sciences Economiques - ENS.